Que tus pasos sean firmes cuando camines por el sendero de la verdad, que no titubees en ningún momento, ante el temor de haber perdido algo que nunca tuviste en tus manos y perturbó tus pensamientos; ni siquiera por curiosidad voltees para ver atrás, para evitar rendirte a la tentación de regresar, por pensar que lo que fuiste dejando en el camino es digno de rescatar. ¿Acaso se puede confundir el día con la noche por estar el cielo gris? Una cosa es atesorar sueños y otra, vivir realidades; los primeros, nunca dejarán de ser espejismos, escenarios fugaces pintados en el tiempo, que se dispersan al llegar el aire de la tarde; el otro, te da la oportunidad de aprender, porque son lecciones que te ofrece la vida para crecer en lo espiritual.
Recoge pues tu dignidad, e incorpórala de nuevo a tu ser, porque éste, nunca deseó reñir contigo, solamente pretendía alertarte del engañoso juego de perderte en ti mismo, en la turbidez de la incertidumbre al falsamente sentirte solo en la vida, ayer, cuando habiendo más luz buscabas ocultarte en la sombra.
Que el amor que sientas por ti te haga feliz, y siendo así puedas igual, amar a otros seres cuya luz empiece a languidecer, por ser presa fácil de la orfandad que un día creíste padecer, cuando en realidad te hacías acompañar por Aquel que ama a toda la humanidad.
Si te es preciso, vuelve a nacer a una vida nueva, Él te estará esperando, para caminar contigo, para que no pierdas el camino, te tomará en sus brazos cuando te sientas cansado, iluminará tu vida con la sabiduría, te dará la fuerza necesaria para que tu espíritu sediento de paz y de armonía regrese a saciarse a la fuente de agua viva.
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