La política busca el bien común. Todos los gobiernos son políticos. Por lo tanto, todos los gobiernos deben buscar el bien común.
El bien común se logra mediante la justicia. Un gobierno justo es aquel que respeta las leyes y la equidad. Por lo tanto, un gobierno que busca el bien común debe respetar las leyes y la equidad.
Las leyes son el fundamento de la justicia. Todo gobierno debe obedecer las leyes. Por lo tanto, todo gobierno debe ser justo.
Las leyes son hechas por los legisladores. Los legisladores son políticos. Por lo tanto, los políticos hacen las leyes.
Los políticos buscan el poder. Quien busca el poder puede ser influenciado por sus intereses personales. Por lo tanto, los políticos pueden ser influenciados por sus intereses personales.
Los intereses personales pueden oponerse al bien común. Si un político antepone sus intereses personales, deja de buscar el bien común. Por lo tanto, un político influenciado por sus intereses personales deja de buscar el bien común.
Las leyes pueden ser diseñadas para beneficiar a ciertos grupos. Si las leyes benefician a ciertos grupos, la justicia se ve comprometida. Por lo tanto, si los políticos hacen leyes para ciertos grupos, comprometen la justicia.
Un gobierno que compromete la justicia no busca el bien común. La política debe buscar el bien común. Por lo tanto, un gobierno que compromete la justicia deja de ser político en el sentido ideal.
Un gobierno que no sigue el ideal político es pragmático. Un gobierno pragmático puede priorizar la eficacia sobre la justicia. Por lo tanto, un gobierno pragmático puede dejar de ser justo.
Si un gobierno deja de ser justo, favorece la corrupción. Un gobierno corrupto deja de representar a la sociedad. Por lo tanto, un gobierno corrupto no representa a la sociedad.
Si un gobierno no representa a la sociedad, no gobierna para el pueblo. La democracia exige que el gobierno represente al pueblo. Por lo tanto, un gobierno corrupto deja de ser democrático.
Si un gobierno deja de ser democrático, se convierte en una oligarquía o tiranía. Las oligarquías y tiranías concentran el poder en pocos. Por lo tanto, un gobierno corrupto termina concentrando el poder en pocos.
Cuando el poder se concentra en pocos, el pueblo pierde su soberanía. Sin soberanía popular, no hay república. Por lo tanto, un gobierno extremadamente corrupto destruye la república.
La política, en su concepción ideal, debería garantizar el bien común a través de la justicia y la equidad. Sin embargo, la realidad muestra un alejamiento progresivo de estos principios debido a la influencia de intereses personales, la manipulación de las leyes y la búsqueda de poder. Este proceso conduce inevitablemente a la corrupción, la concentración del poder y la erosión de la soberanía popular, destruyendo así los fundamentos mismos de la república. Para evitar este destino, es fundamental fortalecer las instituciones democráticas, exigir transparencia y fomentar una ciudadanía crítica y participativa.