Experimentos en neurología muestran que cuando se ve un objeto aparece actividad en ciertas partes del cerebro y que cuando el sujeto cierra los ojos y lo imagina, la actividad cerebral es idéntica. Si el cerebro refleja la misma actividad cuando ve y cuando siente, ¿cuál es la realidad? Para el cerebro, es tan real lo que ve como lo que siente. Se fabrica la realidad desde la forma en que procesamos nuestras experiencias mediante nuestras emociones.
El hipotálamo fabrica las respuestas emocionales. Crea péptidos, aminoácidos que crean neurohormonas o neuropéptidos, responsables de las emociones que sentimos. Hay química para la rabia, felicidad, sufrimiento, envidia. En el momento en que sentimos determinada emoción, el hipotálamo libera péptidos, a la sangre a través de la glándula pituitaria. El pensamiento no se ve, se ve la tormenta eléctrica que provoca cada mentalismo, conectando las neuronas.
El cerebro crea los neuropéptidos, las células se acostumbran a recibir la emoción, ira, angustia, alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo, la costumbre crea hábitos de pensamiento. El cerebro está continuamente recreándose; un pensamiento o emoción crea una nueva conexión, que se refuerza cuando pensamos o sentimos “algo” en repetidas ocasiones. Así, una persona asocia determinada situación con una emoción: quedarse encerrado, en el ascensor hace que el objeto ascensor se asocie a temor. Si no se interrumpe esa asociación, nuestro cerebro podría relacionar ese pensamiento- objeto con esa emoción y reforzar esa conexión (fobia)
Todos los hábitos y adicciones operan así. Un miedo lleva a usar una pastilla, droga o pensamiento nocivo. Tras de cada adicción (drogas, juego, personas, bebida, sexo, TV) hay miedo en la memoria celular. En cuanto quebramos esa conexión, el cerebro crea un puente neuronal, el pasaje a la liberación. La manera es engañar a las células con otra emoción diferente, algo que excite y distraiga del miedo, así cada vez que volvamos a esa situación, el miedo nos conecta con la solución. El cerebro se rehace siempre, aun en la ancianidad, por eso se puede desaprender y reaprender formas de vivir las emociones.
Los experimentos con partículas elementales permiten a los científicos conocer que la mente es capaz de crear. El comportamiento de las micro-partículas cambia dependiendo de lo que hace el observador: cuando el observador mira, se comporta como onda, cuando no lo hace, como partícula, las expectativas del observador influyen en la realidad de los laboratorios. Llevado al ámbito de la vida, lleva a que nuestra Realidad es producto de nuestras expectativas. Si una partícula (la mínima parte de materia que nos compone) puede comportarse como materia o como onda, nosotros podemos hacer lo mismo.
En un experimento se fotografió moléculas de aguas contaminadas y de manantial. Se metieron en una cámara frigorífica para que se helaran y las fotografió. Encontró que las aguas puras creaban cristales de gran belleza; las sucias provocaban caos. Procedió a colocar palabras: “Amor” y “Te odio”, y encontró efecto similar: el amor provoca formas moleculares bellas, el odio, caos. Probó música clásica y relajante, y música thrash metal, con resultados similares. La explicación biológica es que los átomos que componen las moléculas (dos de Hidrógeno y uno de Oxígeno) se ordenan de diferente manera: armoniosa o caóticamente. Si tenemos en cuenta que el 80% del cuerpo es agua, entendemos cómo nuestras emociones, palabras y la música que escuchamos, influye en que nuestra realidad sea más o menos armoniosa. Nuestra estructura interna está reaccionando a todos los estímulos exteriores, reorganizando los átomos de las moléculas.

Poder del pensamiento
Experimentos en neurología muestran que cuando se ve un objeto aparece actividad en ciertas partes del cerebro y que cuando el sujeto cierra los ojos y lo imagina, la actividad cerebral es idéntica