La selección de un sistema electoral es una de las decisiones institucionales más importantes para cualquier democracia. La lenta democratización de México ha requerido de constantes cambios en el sistema electoral como parte de una serie de concesiones del partido dominante para desactivar el disenso, lo que finalmente ha dado como resultado un sistema presidencial multipartidista con vigorosos partidos políticos.
Ante la recesión económica de 1983, la devaluación del peso mexicano ante el dólar, el incremento de las tasas de interés internacionales, aumento de deuda externa y los precios de petróleo cayendo considerablemente, el PRI (partido hegemónico en el poder) se vería condenado a buscar alternativas políticas que le permitan contrarrestar los desequilibrios económicos y políticos del país, otorgándoles una serie de oportunidades a los partidos de oposición. De esta manera en 1986 se aprueba una nueva ley electoral (sustituyendo a la de 1977).
En México, desde 1988 se aplica un sistema mixto con dominante mayoritario. Se eligen 300 diputados en sendos distritos uninominales y 200 de representación proporcional en cinco circunscripciones plurinominales. En un principio el fin de las plurinominales fue de garantizar voz a las minorías dentro de los procesos legislativos, la realidad ahora es otra. Tenemos un exceso de legisladores quienes no son elegidos por el pueblo si no por las cúpulas de los partidos.
En un sistema mixto coexisten dos sistemas electorales que utilizan fórmulas diferentes. Los electores votan y contribuyen a la elección de los representantes bajo ambos sistemas. Uno de ellos es el sistema de pluralidad/mayoría, generalmente un sistema de distrito uninominal, y el otro es uno de representación proporcional por listas. En el sistema mixto se incentiva la pluralidad, las coaliciones y el castigo colectivo a los malos gobiernos, por otro lado, se debe de tener cuidado con la magnitud de los distritos (número de miembros que se eligen en cada distrito electoral) y la proporcionalidad (excesiva concentración del poder en manos de los dirigentes nacionales de los partidos).
Generalmente ante los conflictos que nos enfrentamos queremos respuestas simples, sencillas y justas, sin embargo, cuando queremos convertir votos en escaños, obtendremos respuestas difíciles, complejas y a veces injustas. Sí se modifica el sistema electoral en México, las decisiones que se tomen pueden tener consecuencias que no se previeron en el momento de adoptarlas, que no sean las mejores para la salud política del país a largo plazo e incluso, podría tener efectos desastrosos para la democracia.