Se puede caminar sin rumbo, pero eso no significa que se está perdido. Hay quien empieza una larga caminata hacia lo desconocido, tratando de encontrarse a sí mismo por el camino.

Hay quienes saben que tienen que caminar porque el permanecer estático no los lleva a ninguna parte.

Yo quisiera caminar con los ojos abiertos, para llegar a todo aquello que me da felicidad, y si tardo en encontrar lo que busco, no me importaría regresar al punto de partida, para mirar el camino que he dejado atrás, porque la experiencia que me dejó el caminar en otro tiempo, en otra edad, me llenó de una grata sensación existencial, que ahora que estoy a mitad del camino por andar, mi espíritu me exige el reencontrarme con las situaciones que un buen día me hicieron saber, que detrás de la alegría se encuentra la felicidad.

Yo quiero caminar con los ojos cerrados, para que si no llegara a encontrar lo que busco, me baste imaginar todo lo vivido para volver a disfrutar de todo aquello que me hizo saber que la vida se creó para disfrutar.

Yo quiero desplazarme por la vida con la mayor ligereza, para poder alcanzar los sueños que efímeramente aparecen cuando mi cuerpo abre la puerta para darle la libertad  a mi espíritu, que siempre está en alerta para poderse escapar y dejarlo jugar como cuando fui niño.

Quiero caminar sintiendo la fortaleza de tener una voluntad para ir dejando por el camino, todo aquello que a mi cuerpo y mente pesa y que sin ser mío, me ofrecí para cargar, tratando de ayudar al que pensé era aún más desvalido.

Quiero hacer del pensamiento un instrumento, que exprese sin temor alguno mi libertad de opinar, sin tener que lastimar a nadie por mala que sea su naturaleza, quiero por ello seguir de una sola pieza, para poderme encontrar con una estructura definida muy mía que mantenga la entereza cuando se tiene que luchar por lo que considero no debe entrar a mi cabeza.

Pero de todo querer y mucho pensar, una realidad se debe de consolidar al fin de mi camino, que el hombre que soy será el mismo que llegue hasta el final, para ser bien recibido por el que me ofrece como premio y no castigo la eternidad.

A veces hay que perderse en el camino, para poderse encontrar con su destino.

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