¡Oh mirada que calma, murmullo que arrulla! Te meces en calma en la frágil rama que el viento movió, para atraer la atención hacia mí. Tan lejos, tan cerca, a discreta distancia, con tu insistente mirada me atrapas, y en ese momento, mi tiempo y mi todo, son para ti.

Te asomas, y mis ojos son el espejo, donde se refleja tu divina belleza y bondad, se abre la puerta y ventana de mi alma, que clama que busques la esencia de amor, que para mí el Señor concibió.

Abro mis ojos llenos de gozo, despejo el camino en franco deseo de que llegues al fin, y encuentres gustoso el calor y el alojo, para que alegre vivas aquí, más es tu destino cuidar el camino, que así quiso Dios para mí.

Me muevo y te mueves, me ves y te veo, me haces sentir como nuevo ¡Oh, gran mensajero! Sea tu amor bienvenido, y sea mi amor consentido, de la voluntad y la gracia de Nuestro Señor.

Extiendes tus alas, en señal de despido, yo sólo te pido regreses aquí, y veles conmigo, que el espíritu amigo que me fue concedido, fiel se mantenga y nunca perdido, en la oscuridad sin sentido, que me aparta de ti.

Si eres espíritu, mi fe me recuerda, con el cirio encendido estar, para esperar la llegada de Cristo Jesús, y que dormido no me vaya a encontrar, en la hora en que él orar me pidió, la noche cuando su corazón herido lloró. ¡Señor, cuenta siempre conmigo!

Si eres paloma, te estoy muy agradecido, por inspirar mi alabanza y darme la confianza de poder escribir.
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