Si Andrés Manuel López Obrador fuera más inteligente, debería auto aplicarse aquel famoso grito lanzado por él mismo contra el entonces Presidente Vicente Fox:

¡Cállate chachalaca!…

Se lo aseguro, se ahorraría muchos problemas si tuviera esa rara habilidad en los seres humanos de saber cuándo quedarse con la boca cerrada, en seguimiento del proverbio oriental que asienta “nunca desperdicies la oportunidad de oro…de quedarte callado”.

¿No se cansa el tabasqueño de dar argumentos para que lo sigan manejando como una amenaza para México?

En lugar de ofrecer razonamientos, insulta; en lugar de argumentar, increpa; en lugar de dialogar, humilla; en lugar de ser objetivo, denigra.

La muestra más cercana –haciendo a un lado su idea de perdonar a los responsables de cientos de miles de mexicanos– son la cauda de exabruptos destinados al candidato del PRI –que no priísta– José Antonio Meade. No tiene caso repetir todos los motes, calificativos y zarandajas dedicadas al ex Secretario de Hacienda. Casi todos los leyeron, muchos lo escucharon y la mayoría lo presenciaron.

Me recuerda la actitud de Andrés Manuel una imagen.

Se me asoman al magín esos defensas del balompié que tras ser burlados una y otra vez por un habilidoso delantero, exhibidos en la pobreza de su capacidad física y técnica, en la siguiente jugada se olvidan del espíritu deportivo y sueltan patadas a diestra y siniestra, golpean con codos y antebrazos y hasta muerden, para frenar a quien no sólo los supera, sino los ridiculiza.

No es ésta una reacción definida por la antipatía. De hecho, empezaba a gustarme el giro paternal que había adoptado AMLO. Empezaba.

Sin embargo, para medir esta postura y el violento perfil que reasumió El Peje, le sugiero busque y desde luego lea, la columna de Pablo Hiriart publicada el lunes en el periódico El Financiero. No es una descripción de López Obrador, es un retrato hablado.

Por tu bien Andrés Manuel: Ya cállate…

¿EN QUÉ SE PARECEN?

Y a propósito, don Andrés Manuel ni siquiera es original en sus planteamientos sobre el tratamiento a la delincuencia organizada.

Aquí en Tamaulipas, el diputado Humberto Martínez de la Cruz, conocido como “El Bozo”, se le adelantó por muchos años, al sugerir en un acto público un pacto con las organizaciones criminales, para detener la ola criminal en el Estado. Todos lo quemaron en virtual leña verde, todos lo satanizaron.

Pero en realidad, Luis Humberto sólo expuso lo que históricamente se había hecho en el país antes de la detención de Rafael Caro Quintero, que marcó el inicio de una nueva era en el andamiaje de complicidades que caracterizaba a la producción y tráfico de enervantes en el país, la cual se resumía en la vieja frase que aplicada al contexto criminal señalaba “yo hago como que te persigo y tú haces como que te dejas alcanzar”.

El diputado dijo una verdad sorda que permitió a México navegar en la semi tranquilidad muchos años, pero cometió un pecado: Lo dijo en voz alta.

¿Cuál es la diferencia entre “El Bozo” y López Obrador?

“El Bozo”, en una chispa de inteligencia aceptó de inmediato la regañiza general y salió a las calles y foros para ofrecer una disculpa a la sociedad y a las autoridades. “Me mal interpretaron”, fue más o menos el sentido de su intento de lavar el error. Y salvó la dignidad y el puesto.

¿Lo hará también El Peje?

No. No creo ni por asomo que don Andrés acepte públicamente que se equivocó. Que la regó, para no utilizar un término más escabroso.

Los equivocados, como siempre en su leal entender, somos los 40 millones de mexicanos que no votamos por él…

Twitter: @LABERINTOS HOY