Entre tantos grandes problemas nacionales y muchos otros globales, el ciudadano común aparentemente sólo vive lo suyo, tratando de organizarse y priorizar entre lo que a su sentir es lo más apremiante, y no es que no le preocupe lo que esté pasando más allá de la frontera de su propia vida, o lo que pueda pasar en un futuro próximo en su país o en el planeta, porque bien sabe que lo que está ocurriendo y está por ocurrir, no es otra cosa que el reflejo de la incapacidad del hombre para vivir en armonía con sus hermanos y con su entorno.

Tratar de no ver lo que sucede en el mundo, podría traducirse como un mecanismo de defensa, para evitar seguir cayendo en una depresión recurrente, muchos ciudadanos optamos por guardar temporalmente aquello que más nos angustia en el cajón del olvido y seguir caminando como si nada malo estuviese ocurriendo.

Pero ¿acaso el sólo imaginar que estamos en paz, que somos los mismos de antes, que no hemos cambiado nuestras costumbres y que podemos seguir fingiendo estabilidad, ha logrado convencernos de que lo que estamos viviendo es lo más cercano a la felicidad?

La realidad es que hemos sufrido una dolorosa metamorfosis, y nuestra forma de ser y nuestra manera de vivir, difícilmente podrán recuperar su estado natural, por eso, hoy más que nunca somos sumamente vulnerables.

Ante tanta confusión, los pescadores del engaño empiezan a lanzar sus redes, tratando de pescar a los que se intimidaron; no son las redes de Pedro las que están lanzando, no es el mismo altar, podría, incluso, no ser el mismo Dios al que se pretende adorar y orar para pedir por nuestra salvación.

“Mirad que nadie os engañe: porque muchos han de venir en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, o Mesías, y seducirán a mucha gente. Oiréis asimismo noticias de batallas y rumores de guerra; no hay que turbaros por eso, que si bien han de preceder estas cosas, no es todavía esto el término”. (Mt. 24: 4,5,6) “En tal tiempo, si alguno dice: El Cristo o Mesías está aquí o allí, no le creáis. Porque aparecerán falsos Cristos y falsos profetas, y harán alarde de grandes maravillas y prodigios, por manera que aún los escogidos, si posible fuera, caerían en error.” (Mt. 24: 23,24).

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