No sé los verdaderos escritores, los muy letrados, estudiosos literatos, los ganadores de premios importantes, pero, este humilde aprendiz de escritor, cuando se apasiona con un tema, irremediablemente tiende a desnudar su alma; pienso, que seguramente, nadie quisiera tener que presenciar un espectáculo en donde el espíritu pudiese mostrarse, no con la pureza innata de su origen, sino influenciado por una emoción muy humana.

Con este comentario, que de entrada, de no situarse en el contexto puramente literario,  se antoja un tanto confuso, pretendo explicarme el por qué, en ocasiones, cuando la inspiración proviene de un plano profundo, pareciera que lo narrado estuviese escrito en un lenguaje extraño, y por ende ser poco claro, tanto, que el mensaje no llega a comprenderse, resultando comentarios como: no lo vi, no lo escuché, y no lo sentí, siendo ésta declaración, una dura y fría manera de sentir que el camino para llegar a destacar en tan amplio y competido universo, es tan largo que no me alcanzaría la vida para sobresalir.

Quiero comentar, que, en ocasiones, me da por realizar un análisis retrospectivo de mi vena literaria, de inicio, me encuentro con escasos suspiros de pretendidos intentos por aprender a caminar por la senda literaria, y sigo caminando entre múltiples caídas, titubeos, sobresaltos, pero siempre con la idea de encontrar la luz que ilumine mi intelecto, y con el paso de los años, cuando me encuentro con algún escrito del ayer, por mí signado, me pregunto si fui yo el autor de tal proeza.

He llegado a la conclusión, que, si en verdad hubiese querido ser un escritor, seguramente lo sería, pero lo que he pretendido toda la vida, es llegar a ser una buena persona, esperanzado en descubrir el lado divino que complementa mi naturaleza humana.

Lo volví a ver, lo escuché decir y sentí que me pertenecía.

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