A despecho de quienes sólo son capaces de ver el árbol de enfrente y olvidan que detrás de él hay un bosque, hará pocos días en MORENA de Tamaulipas tomaron una decisión tal vez reñida con la moral, pero justificable y natural en cualquier partido que se respete.

Me refiero a la contratación de Héctor Villegas Gamundi, como capacitador, si es que es adecuada la palabra, de los nuevos diputados locales acunados en las filas de Regeneración Nacional. Y el desgarre de vestiduras y tirones de cabelleras no se hicieron esperar.

La verdad, al margen de sus conocidas raíces priístas –lo cual comparte con la mitad de los altos directivos morenistas– Villegas conoce al dedillo los intestinos de la política y su impacto electoral mediante la manipulación de las leyes, que es el verdadero objetivo bajo la mesa en el renovado Congreso del Estado.

Si lo que MORENA busca es que los legisladores de su bancada sepan cuál es la A y cuál es la Z de esas parcelas, Héctor es una elección acertada. No aprenderán con seguridad el Manual de Carreño ni conocerán un Tratado de Etica en esa materia, pero también con certeza tampoco tendrán sentados a un montón de puritanos trasnochados que no tengan idea de qué terreno pisan y generen más problemas que soluciones.

Vamos, no se hagan de la boca chiquita.

El propósito de incorporar a Villegas Gamundi en el Congreso Local para asesorar y prácticamente dirigir en el inicio a los diputados de MORENA, sin duda es positivo para ellos en el aspecto legal, pero el verdadero fin aunque soterrado se trasluce. Nunca lo reconocerán, pero negarlo es tratar de tapar el sol con un dedo o intentar ofender la inteligencia de propios y extraños.

Ya se sabe, la política no es para santos. Y tampoco es para timoratos ni santigüados…

 

¿QUÉ PASA EN LA ULSA?

Si la memoria no me es infiel, corría el año 1999.

Quien escribe era un padre de familia más en el Colegio José de Escandón de Ciudad Victoria, en donde mi hijo más pequeño cursaba apenas el primer grado de primaria.

Reunidos en el salón de actos del plantel, Don Pedro Etienne Lafón daba a conocer el proyecto de una universidad con la calidad académica suficiente para impedir que los egresados de preparatorias emigraran a otras ciudades en busca de opciones de enseñanza profesional. “Queremos que nuestros hijos se queden”, dijo Don Pedro, con emoción compartida por quienes lo escuchábamos.

El proyecto se volvió realidad. Mis dos hijos mayores fueron pioneros de la ULSA y parte de la primera generación que salió de sus aulas en Diseño Gráfico y Arquitectura. El tercero es también un profesional formado en esas aulas. Como victorense adoptado, me sentía satisfecho con mi aportación al sueño de ese grupo de victorenses.

Han pasado los años y con ellos experiencias gratas y amargas. Todo parto es doloroso, dice la voz popular, con la esperanza de una mejoría paulatina, pero hoy la emoción quedó atrás y la satisfacción, debo admitirlo, se encuentra a medias.

¿Qué está pasando en la ULSA Victoria?

La queja empieza a ser generalizada. Atrás quedaron, dicen, los coordinadores de excelencia que tuvo la universidad en sus carreras, en las cuales en varios casos ahora han sido marginados académicos brillantes para posicionar a quienes parecen de acuerdo a los denunciantes, no tener idea de cuál es su función, de lo cual es reflejo el desplome de matrículas en la mitad de sus facultades, algunas de las cuales inclusive están en riesgo de cerrar sus puertas.

Cuidado: Ojalá que el sueño de Don Pedro y otros ameritados ciudadanos que lo acompañaron en esa aventura, no tome matices de pesadilla.

Ojalá que como antaño, otros padres no tengan que ver partir a sus hijos …

 

LA FRASE DEL DÍA

“Uno de los más grandes errores es juzgar a los políticos y sus programas por sus intenciones, en vez que por sus resultados”…

Milton Friedman

 

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