La política de la negación ha siempre una herramienta cómoda para enfrentar la problamática social.

Nacional, estatal o municipal, no importa, existe y se aplica.

Acabamos de encontrarnos en Tamaulipas con otro ejemplo de esa nociva práctica, al negar las autoridades educativas que en las escuelas del Estado existen problemas de adicciones, en forma contraria a las denuncias de padres de familia, profesores e inclusive hasta de algunos funcionarios de ese ramo.

Hay que reconocerlo: Es un problema del que no se pueda responsabilizar sólo a las actuales instancias oficiales, porque surgió desde hace décadas y hasta ahora sigue sentando sus reales.

Le expongo un pasaje que conocí en la segunda mitad de la década de los ochenta, recién llegado su servidor a Ciudad Victoria.

En una charla de café entre periodistas, platicaba uno de ellos sobre un caso de ese tipo en un plantel particular de alto prestigio local.

Habían sorprendido a los alumnos de un salón completo a puerta y ventanas cerradas, recibiendo los efectos colectivos de lo que llamaban una “horneada”.

Aunque algunos de los estudiantes lo recibían en forma involuntaria, el hecho es que el azote de las adicciones ya cundía en los centros de enseñanza, sin importar que fueran públicos o privados.

El suceso, que conmocionó a gran parte de la sociedad capitalina –de acuerdo a lo señalado por los presentes en esa conversación– no pasó a mayores. Los medios de la época no manejaron ni una palabra del mismo y los alumnos tampoco fueron sancionados para no subir el volumen del caso.

¿Qué hicieron las autoridades en esos momentos?

Lo mismo que se hace hoy: Negar los hechos. El “aquí no ha pasado nada”, como hoy sigue usándose en el medio oficial, resolvió todo.

Las consecuencias impactan dolorosamente en el presente en forma cotidiana y las adicciones son ahora un problema mucho más delicado en las escuelas.

Desde secundaria hasta los niveles de educación superior, es un clavo en el pie que nadie o casi nadie quiere aceptar, aunque lastime en lo más sentido: Nuestros hijos.

Negar lo evidente funciona como escape momentáneo.

Con el tiempo, como se ve, la ola se convierte inevitablemente en una tempestad…

PREGUNTAS INCÓMODAS

Tamaulipas vive un inicio de año complicado, en especial su capital, Ciudad Victoria, cuya economía depende en parte mayoritaria de la actividad gubernamental, lo que lleva a un cuestionamiento:

¿Por qué los arranques de año suelen ser una difícil etapa financiera en todos los órdenes del sector público?

La pregunta escuece más si se le compara con el manejo de la iniciativa privada en esa misma situación, sin importar si son pequeñas, medianas o grandes empresas.

Todas, salvo casos extremos que son raras excepciones, desde el primer día de enero siguen su curso normal en pagos y compras a proveedores, continúan sus programas y no retrasan ni un solo día sus actividades, sobre los trances económicos.

La duda presentada se deriva de un hecho: Los gobiernos ejercen presupuestos establecidos con mucha anterioridad, cada peso está etiquetado, las deudas y su cobertura planeadas, los programas diseñados y cubiertos en sus recursos.

Y sin embargo se paralizan en el primero y hasta en el segundo mes de cada año.

Sólo las grandes empresas tienen esas ventajas y contar con ellas es sólo un sueño para las pequeñas, que están sujetas a vaivenes de la oferta y demanda.

¿Qué sucede entonces en las esferas públicas, en donde se supone que operan expertos financieros?

La respuesta parece evidente, la ineficiencia que suele acompañar a las administraciones públicas en ese terreno, en una cadena con origen en las arcas federales, las que hacen rechinar a las maquinarias estatales y en consecuencia frenan en niveles dramáticos a las municipales.

Tamaulipas no está solo en esos trances ni sus municipios. Es un drama nacional.

No sé si eso es para alegrarse o para deprimirse más…