Un encuentro de fútbol femenil nos transportó a los años ochentas del siglo pasado, cuando la juventud victorense se divertía en el bar X-O y la discoteca “Antiques”, donde se reunía mucha pero mucha gente, a grado tal que no podía, en determinada hora, nadie moverse a gusto.

En aquel tiempo, el cantante Ricardo Arjona destacaba con su canción “Mujeres”, y que ensalza las capacidades que tiene el mal llamado “sexo débil”: destaca su protagónico papel en la humanidad y nos recuerda mucho la pieza musical, por el esfuerzo que vemos reflejado en las muchachas de entre 14 y veintitantos años que juegan por ganarse un sitio en el mundo.

Ellas juegan en el equipo Guadalajara y están en una transmisión contra las chicas de Santos Laguna, aunque este último nos entristece, porque sus integrantes tienen mucho del equipo varonil. Me explico:

Ellas -las de Chivas- entregan su 120 por ciento en cada encuentro, cada jugada, cada instante. No dejan nada para después, y son honestas: no simulan faltas ni situaciones para perjudicar al rival. Son honorables, capacidad que se ha perdido en el mundo entero casi en su totalidad, y que no ha sido característica muy común en gente que debiera ser ejemplo.

Tristemente, ganan una miseria -entre 2 y 5 mil pesos al mes- en comparación con los “jugadores” que tenemos en el futbol varonil y que se dejan cobrar millones de dólares, euros o pesitos mexicanos.

No hablemos de futbolistas ya, pero traslademos ese espíritu al servicio público, a la investigación, a la educación y más.

¿Imagina usted a una mecánica queriendo robarle en la cuenta? Personalmente suponemos que no lo harían, y aunque hay sus excepciones, entendemos que ellas son más honestas que muchos de nosotros, y pro ello tienen lugares importantes en la industria maquiladora, donde las prefieren por su disciplina y meticulosidad con que laboran.

En algunos lugares de la Unión Americana, prefieren a ellas para la pizca, porque no tienen tiempos “muertos” ni hacen simulaciones para ganar sin devengar.

En términos generarles, y aunque nos pese a los que nos sentimos muy “machos”, ellas son un gran ejemplo a seguir, porque también, aguantan más.

Dicen en son de broma algunos que ellas aguantan más las enfermedades, y algunos bromean diciendo que un varón moriría al primer parto.

Son, sin lugar a dudas, el ejemplo a seguir.

Y así como disfrutamos el encuentro de futbol femenil, donde encontramos el deporte del balompié en su máxima expresión, sin nada que no sea honorabilidad, garra y espíritu deportivo, así les vemos en todos ámbitos, aunque desgraciadamente no se les ha dado un sitio justo en la política, por citar algún ejemplo, y las que llegan a sobresalir lo han hecho, en un número considerable, por su falta de probidad, y que dejan muy mala impresión.

Requerimos, en primera instancia, entregar esa confianza a las mujeres, pero a las que se lo ganan con su honorabilidad y trabajo y no a aquellas que quieren navegar como varones porque no lo son. Son mujeres que deben trabajar como tales y merecer como lo que son.

No entendemos la discriminación en ninguna forma existente, menos en lo que malamente, feministas llaman “equidad de género”. La equidad debiera ser natural, tanto para exigir como para entregar y otorgar a sus iguales.

Nada nos diferencia en la calidad humana, solo el género, y así como pedimos a nuestros servidores la honestidad y eficiencia, debemos pedirla a ellas, pero darles la oportunidad.

Porque, a decir verdad, ellas responden eficientemente en las tareas que se les encomiendan, y lo hacen con una calidad extraordinaria en términos generales.

Porque también hay sus excepciones, claro está.

 

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