Hace tiempo, invitaba a mis lectores a envirarme una síntesis biográfica de algún familiar o personaje cercano a su vida o a su trabajo, que se hubiese distinguido por sus valores positivos, la verdad, obtuve poca respuesta a esa convocatoria, pensé que tal vez a muchos les intimidaba que se publicaran aspectos que consideraban muy íntimos o muy personales, y que preferían guardar, como un valioso tesoro, el legado que aquel ser humano les había dejado. También llegué a pensar que resultaba un tanto difícil hacerme llegar esas colaboraciones especiales, en fin, sea el motivo que fuere, en mi interior, seguía moviéndose la inquietud de continuar con mi proyecto de compartir con mis sensibles, románticos y espirituales lectores. Hoy, por segunda ocasión, hablaré se una persona muy especial en la vida de mi familia, su nombre es María Rita, si alguien en algún momento leyó mi artículo anterior, considere la siguiente colaboración como una segunda parte, que igual a mí me ha conmovido.

Dicen que los ángeles, en realidad, son personas especiales que Dios manda nacer en nuestras familias; muchos de nosotros, hemos sido incrédulos en cuanto a la existencia de estos divinos seres, de ahí que, más que realidad, lo tomamos sólo como una historia motivadora para incentivar nuestra fe; otros, la sitúan como una narración bíblica y le dan cierto crédito, pero como nunca han tenido la experiencia de estar cerca de un ángel, lo seguirán to-mando sólo como parte de su formación cristiana. Yo he sido muy afortuna-do, porque Dios me eligió para poder identificar a los ángeles aquí en la tie-rra, de ahí que no me fue difícil encontrar en María Rita todos los atributos que distinguen a estos seres celestiales.

Rita, como la conocemos en la familia, nace en el seno del matrimonio Rodrí-guez González; sus padres Don Aristeo Rodríguez Guerrero y Doña Tulitas González Alanís, un estimado matrimonio que por voluntad del Creador, no sólo procreó a este ángel, sino también a la mujer que me acercaría tanto a Jesús, como ningún hombre podría esperar, me refiero a María Elena, mi es-posa. Mi Señor Jesucristo, en su momento, igualmente dispuso que me con-virtiera en un aprendiz de discípulo, para dar testimonio de su Palabra y de su obra, por ello, hoy, en un momento tan especial en la vida de Rita, creo es oportuno narrar.

María Rita, desde su nacimiento, sintió un fuerte apego a su madre, con el tiempo notó que era diferente al resto de sus hermanos, quienes se distin-guían para hacer efectivo el uso del libre albedrio para tomar todas sus decisiones, mientras que ella dependía de otra voluntad para trazar su destino. María Rita y su madre, se volvieron un solo ser, amorosamente velaron por su salud y por la salud del resto de la familia, siempre estaban ahí, trabajando unidas en los momentos de mayor necesidad de todos los integrantes. Cuan-do llegó el momento en que habría cada quien de formar su propio hogar, Rita renunció amorosamente al sacramento matrimonial para no abandonar a su progenitora, mas, he de decir, que no renunció a su sentimiento materno, pues vio a los hijos de sus hermanos como si fueran sus propios hijos, siempre respetando su rol de tía, de ahí que se dio a la tarea, de apoyar a los que recurrieron a su amparo para el cuidado de sus sobrinos. Viendo Dios los amorosos cuidados que María Rita le prodigaba a su madre y su ardiente devoción cristiana, le obsequió larga vida a doña Tulitas, quien a pesar de estar aquejada de males crónicos, siempre mantuvo una excelente calidad de vida gracias a su ángel. En los últimos años de doña Tulitas, Rita hizo votos de ayuno y desvelo ante Dios, de ahí que su salud empezó a deteriorarse y un día le habló al médico que habita en mí y me dijo que estaba experimentado extraños malestares abdominales, después de unos estudios, concluimos que se trataba de un cáncer, la noticia devastó su estado de ánimo más no su fe, y me dijo que aún no podía dejar este mundo, pues tenía que seguir cuidando la salud de su madre; afortunadamente el diagnóstico fue oportuno y en las excelentes manos del cirujano, logró tener un buen pronóstico, mas, siempre se sintió amenazada por el mal, por lo que le preparé una oración especial y le pedí que la rezara todos los días, para agradecer a Dios por la nueva oportunidad y alejar al “enemigo” y nuestro Señor la ha escuchado hoy como siempre. Al llegar la hora de transición de Doña Tulitas, le hablaron a mi es-posa y me pidieron le hiciera una vista médica, ella estaba consciente, pero exhibía manifestaciones claras de agonía, su corazón aún latía, la tomé de la mano y ella me apretó fuertemente, sin dejarme de mirar a los ojos, después le dije a la familia que se despidieran de ella. Sin duda la despedida más sentida fue la de Rita, quien desde ese momento, se puso en manos de Dios, pensando que él Señor le concedería su anhelo, pero la misión de Rita en esta vi-da no ha terminado; este ángel trabaja todos los días por llegar al corazón de toda su familia, para que estos encuentren el camino de la verdad y de la vi-da.

Mi Señor me pone retos todos los días y me hace repasar y vivir cada uno de los pasajes bíblicos que se significan como un verdadero puente para alcanzar el perdón. No sé sus hermanos y sus demás familiares cercanos, a los que Rita procuró amorosos cuidados, pero aunque Dios nos da muchas oportunidades para salvarnos, tal vez, al no apreciar la misión de nuestro ángel, tendrán que enfrentar una prueba mucho mayor.

Señor abre nuestros ojos, nuestros oídos, pero sobre todo nuestro corazón pare entender las cosas que envías para ser salvos y arrepentirnos de nuestros pecados.

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