¿Qué es lo que me permite cada mañana, aún antes de abrir los ojos, estar lista para empezar un nuevo día con ganas de afrontar todos los detalles que me depara? ¿Qué es lo que me hace olvidar mis dolores, el cansancio, la modorra y me impulsa a salir a dar lo mejor de mí?

Durante muchos años vi los amaneceres al cumplir con la tarea de acompañar a mis hijos en sus prisas estudiantiles. Apenas despuntaba el día y ya estaba de pie, dispuesta a atender sus necesidades. Siempre corriendo y viviendo las horas como minutos, sintiendo que el tiempo no era suficiente para cumplir con tantas y tantas responsabilidades. Todo mi mundo giraba en torno a ellos. Era mi mayor alegría y mi mayor realización. Había que correr para prepararles el camino. Crecían muy rápido.

Ahora, en mi vida adulta, después de haber dejado atrás los compromisos de la formación de cada uno de ellos, hoy que los veo en pleno control de sus vidas, me pregunto, que me motiva, ¿qué me impulsa a continuar amando despertar y sentir mi aliento y comprobar que sigo viva?

Lo cierto es que he quitado el acelerador, ya no corro multiplicándome después de haber superado mi conflicto de “madre desahijada”. Dejé atrás esos días en que depositaba mi mayor empeño en apoyar el crecimiento de mis pequeños y en reacomodar mi vida tras su ausencia de casa.

Podría encontrar la respuesta fácil, y rápidamente repetir sin mayor reflexión: Ver mi familia feliz, platicar con los amigos, escuchar mi música favorita, imaginar mi próximo viaje, pintar, bailar, etc. Sé que son solo ejemplos de algunas cosas simples que pueden motivarme mucho.

Pero me obligo a una reflexión mayor. Sin temor a equivocarme, mis hijos seguirán siendo mi mayor motivación, pero ahora vivo una especie de inflexión en mi accionar, porque su independencia me obliga a tomar acciones ajenas a sus rutinas. Me obligan a buscar, y a encontrar razones muy personales que me mantengan con el ánimo y la decisión de seguir activa, de continuar generando nuevas perspectivas que me llenen de entusiasmo.

Sus éxitos son muy importantes y me generan grandes cantidades de endorfinas que me hacen saltar de alegría, los comparto como propios y llenos de mayor satisfacción y orgullo; igualmente sus momentos de prueba, su tristeza o su desesperanza me sobrecogen, aunque poco puedo hacer para evitarlos. Son parte de su historia. Están en ruta, siguiendo sus propios sueños, encausando sus esfuerzos en la consecución de objetivos bien definidos, pero ajenos a mi voluntad.

Me reconozco como espectadora de su hacer, por lo que mi motivación personal no solo debe depender de sus logros o de sus contratiempos.

Es de todos conocido que uno de los mayores retos que enfrentamos los adultos, es superar la etapa de sentirnos necesarios e indispensables en la vida de nuestros hijos, sin sentirnos desplazados, abandonados e ignorados, y desarrollar la capacidad de acompañarlos respetando sus decisiones y su proyecto de vida, sin recurrir al chantaje emocional para llamar su atención.

Entonces, descubrir en estos momentos qué es lo que realmente nos motiva a continuar de frente, es un trabajo difícil porque la mayor parte de los últimos años los hemos pasado sin tomar conciencia de nuestra propia vida; hemos consumido nuestras horas y nuestros días convirtiendo en nuestra mayor motivación el atender las necesidades de los demás y en resolver sus problemas.

Es el tiempo justo para volver los ojos a nuestras propias necesidades y dirigir todo nuestro entusiasmo y motivación a cuidar de nosotros mismos, a reencontrarnos con la ilusión de construir una vida digna para los años que están por venir.

Envejecer con dignidad y sobre todo cuidar de nuestra salud para que podamos mantener por muchos años más las capacidades físicas e intelectuales, bien podría convertirse en nuestra mayor motivación.

Recuerdo una frase que dice “la naturaleza necesita de ti para ser perfecta”. Nunca como ahora es urgente y necesario asumir la responsabilidad de aprender a conocer la voz de nuestro cuerpo.  Entender y reconocer sus mensajes a tiempo, hará la diferencia. Ejercitarnos y cuidar la alimentación. Salir a tomar el sol y disfrutar de la naturaleza, nos permitirá estar en contacto con nosotros mismos y estimular nuestro diálogo interno.

Ser independientes, autosuficientes, creativos, conservar la alegría de vivir, disponer de un cuerpo sano y fuerte el mayor tiempo posible, sin duda son suficientes motivaciones para un diario despertar.

“Cuando algo es lo suficientemente importante, lo haces incluso si las probabilidades de que salga bien no te acompañan”. – Elon Musk.

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