Un buen día, caminaba por los senderos de la pesadumbre, cuando me encontré con mi otro yo, y sin más, me preguntó ¿Cuáles han sido las experiencias que más han contribuido a cambiarte la vida? Tú mejor que nadie las conoces, le respondí… ¿cuál es el afán de preguntármelo? ¿Acaso estas probando mi sinceridad? Tú lo has dicho, te lo pregunto para saber cuánto has cambiado. Dices bien cuando hablas de experiencias, le contesté, porque en ocasiones, sólo basta una vivencia para cambiarte profundamente; pero en mi caso, han sido una serie de eventos, y el primero de ellos, fue el hecho de poder llegar a tener la suficiente madurez para entender lo que me estaba pasando. Ayer, cuando niño, me adentré al desierto de la incertidumbre, en verdad, cómo se padece al caminar descalzo por la candente arena, bajo los inclementes rayos del sol, con cuánta ansiedad buscas encontrar un lugar sombreado para descansar, y una fuente de agua fresca para saciar tu sed; y cuánta desilusión causa el no poder encontrar en ese camino de soledad a un buen samaritano que se apiade de ti y te consuele. Cuando estaba a punto de desfallecer, no muy lejos, escuché una voz que decía: “Dejad que los niños se acerquen a mí” No sé de dónde saqué fuerzas, y arrastrándome pude llegar a un lugar, donde me encontré a un hombre que igualmente se veía cansado, extendió su brazo derecho y con su mano suavemente me sujetó y me atrajo hacia la sombra que reflejaba su cuerpo; he de reconocer que me sentí reconfortado; después me preguntó: ¿Quieres que te dé de beber del agua viva que quita la sed para siempre? y yo le contesté: Si quiero. Desde entonces mi vida cambió para siempre, y lo supe porque, de manera inexplicable conforme iba caminando por el sendero de la esperanza, me encontraba a muchos que como yo necesitaban por igual beber de la fuente del agua viva y ese evento también cambió mi vida. Mas he de decirte, que nunca se acaba de madurar totalmente, si acaso, el cuerpo se va marchitando con el tiempo, pero el espíritu te exige más a cada momento, porque bien sabe, que para llegar a donde te espera lo mejor, es necesario que cambies hasta llegar a cambiar a imagen y semejanza de la fuente original de la infinita misericordia y amor que te atrajo para que pudieras cumplir con una voluntad superior a la tuya.
Extrañamente mi otro yo había guardado un respetuoso silencio ante mi relato de conversión, por lo que me atreví a preguntarle: ¿Quedó contestada tu pregunta? A lo que contestó, ¿me podrías indicar el camino de la verdad que te lleva a la vida eterna? No te preocupes, seguramente caminaremos juntos hasta que logremos ser uno mismo, porque para llegar al Padre, necesitamos seguir al Hijo.
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