Venezolano de 36 años de edad, busca trabajo en Matamoros Tamaulipas, este debe ser temporal, pues una aplicación del gobierno de los Estados Unidos le da la esperanza de que pronto, muy pronto, recibirá su cita para poner fin a su larga travesía iniciada en Caracas en febrero del 2023.

Vive por lo pronto, si a eso se le llama vivir, en una carpa de plástico color azul, en el campamento de migrantes de Matamoros, Tamaulipas, viaja solo. Allá en Caracas lo espera su esposa y dos hijas pequeñas, que según me platica, las dos ya hablan inglés, pues una tía les enseñó el idioma.

Para costear el viaje vendió lo poco que tenía, mandó a su familia a casa de sus suegros y les dijo adiós, abrazando muy fuerte a las dos pequeñas, una de ellas le dijo, “Me duele papi”.

Como no tenía mucho dinero, la mayor parte de su travesía ha sido a pie y de aventón, él sabe que no puede recurrir a ellos para solicitar más dinero, así que lo hace rendir, gastando poco y ofreciendo sus servicios a la comunidad donde llega.

No tiene tatuajes, pero sí calvicie prematura, lo que lo hace ver mayor y de más confianza, su complexión delgada le brinda muchas oportunidades de trabajo temporal y las sabe aprovechar.

Tiene miedo de no poder mandar por sus hijas, pero no tuvo miedo de atravesar la selva de Colombia y Panamá, dice ser muy precavido, el dinero viaja entre sus calcetines y el teléfono celular bajo su trusa.

Vio la muerte de compañeros de viaje, se encontró osamentas humanas a su paso, serpientes grandes se atravesaron en su camino, así como oficiales de diferentes naciones con hambre de dinero fácil y supo sortear todo, pero reconoce también que ha tenido suerte, muchos no la tuvieron y él lo presenció.

Lleva anotado el domicilio de su hermana en Nueva York, también el numero social de ella, pero no le hablará por teléfono hasta que haya cruzado y tenga el salvoconducto necesario que le permita llegar a ella, su hermana de 50 años de edad ha ayudado a sus padres a sobrevivir desde hace 25 años enviándoles dinero, el no será una carga para nadie, solo requiere su aval para ingresar al país.

La semana pasada cuando muchos se animaron a cruzar ilegalmente el Rio Bravo él estuvo en el bordo, recorrió todos los sitios de cruce, pero no lo intentó por ninguno, recordó que pidió permiso para cruzar Colombia y que notificó en Panamá su estancia, se registró como migrante en Costa Rica, solicitó la venia de Nicaragua y Honduras, cruzó a Guatemala haciendo los tramites e hizo la fila enorme para cruzar a México, recibiendo un permiso de transito por 7 días, aunque esos permisos por la parte de atrás dicen que son de 180 días.

Él no ha cometido ninguna ilegalidad, lo mueve solo el deseo ferviente de darles a sus dos pequeñas hijas un mejor nivel de vida, no alega en sus argumentos ser perseguido político ni que su vida corra peligro, solo dice que allá en Venezuela con un sueldo equivalente a 30 dólares mensuales, no puede ofrecerles nada a sus hijas.

A pregunta expresa de por qué no decidió viajar con su esposa e hijas, sabiendo que a veces eso es razón suficiente para acelerar los trámites en los Estados Unidos, contesta con total convencimiento, quiero una mejor vida para ellas no una muerte mas rápida, mi obligación es proveerlas y no las voy a poner en riesgo, sé que puedo morir en el intento, pero ellas cuando crezcan sabrán por qué lo hice.

Difícil para el entrevistador no mojar los ojos, durante toda la plática no mencionó a Dios, no lo mueve la mística, la realidad que ha vivido es razón suficiente y solo espera con paciencia su turno, su más grande anhelo es volver a abrazar a sus hijas y que la más pequeña le vuelva a decir: ME DUELE PAPI.