¿Cuándo volteará a ver este gobierno federal la corrupción del sexenio anterior? ¿O no hubo irregularidades?
Es impensable que un gobierno que se presume honesto y pretende no se repita la historia, no investigue ni con el pétalo de una rosa al sexenio más corrupto por excelencia de las últimas décadas.
Porque increíblemente, cuando algún gobierno local a través de su fiscalía estatal se atreve a investigar de frente a un exgobernador, ligeramente se afirma que se trata de venganza personal o cierto tipo de revancha política, en vez de reconocer la firmeza para propiciar que no quede impune lo que no debe quedar, que haya por lo menos ese valor tan escaso en nuestra sociedad: un poco de justicia.
Pero no, el Estado de derecho está pasando por una etapa peligrosa en México: aunque no corra riesgo de desaparecer, sí lo corre de ser fantasma, hoy puede más la ocurrencia que la constitución, y mucho más las palabras que los hechos.
Bien dicen que la mejor manera de enseñar es con el ejemplo, si se quiere presumir de congruencia, no se tiene que pregonar nada más sobre el combate a la corrupción a cada mañana, sino, combatirla, y mirar hacia el futuro con políticas públicas ad hoc.
Y es que, ¿Cómo dignificar la política si a los ojos de la ciudadanía sigue siendo más castigado el honesto que el corrupto?
Alguna vez dije y lo reitero: Coincido con política de austeridad pero con la austeridad no alcanza.
Frenando solo privilegios no terminarán las adjudicacionesarregladas en perjuicio de la competitividad, tampoco los contratos inflados (como preparación del moche) en perjuicio del dinero de todos, y muchos menos terminará la soberbia de algunos políticos derivada de su enriquecimiento, soberbia que crece en la misma proporción que crece la certeza de su impunidad.
¿Cuáles son los incentivos para ser honesto, además de tener la conciencia tranquila, caray?
México debe evolucionar, que los ciudadanos se sientan plenamente orgullosos de sus gobiernos municipales, estatales y federal, debe ser la tarea, que no es utópica si una nueva generación de políticos en desarrollo así lo demuestra. Estoy seguro que la fórmula es: más hechos que palabras.