Mira más allá de la conciencia, me dijo, pero me era tan difícil entender lo que me pedía; abre ese tercer ojo, y yo exploraba mi cara y sólo encontraba mis dos ojos. Él insistía: Tienes en tu haber capacidad sobrada, has desarrollado una visión interna de las cosas, tienes imaginación, claridad mental, buscas la sabiduría, tu memoria es sobresaliente, y has desarrollado habilidades de percepción sobrenatural. Sin decir nada, no pude evitar evidenciar el temor que me daba el escuchar esas palabras; y al notarlo, Él dijo: No temas, yo estoy contigo, y mi Espíritu guía tu evolución. Desperté con la frente perlada en sudor, diciéndome: Qué bueno que sólo fue un sueño; y traté de nuevo dormir, teniendo en mente otro pensamiento.

Muchos años atrás, siendo un adolescente, escuchaba a los intelectuales del barrio hablar sobre El Tercer Ojo, libro escrito por Lobsang Rampa, refiriendo el primitivo vestigio anatómico que se encontraba en la frente, de hecho, nunca leí el libro, porque no se me permitía, aludiendo mi falta de madurez intelectual a mis 15 años; pero, cuando los escuchaba debatir sobre las lecturas de los libros más leídos, por los jóvenes de aquella época, mi mente imaginaba  fantásticas escenarios y a místicos personajes, en el caso del libro en mención, relacionados con la medicina tibetana; recuerdo que, tratando de imitar a los mayores, platicaba con el grupo de mi edad sobre esas lecturas, y alguno de ellos comentaba en broma, que era más probable que el tercer ojo fuera el ombligo, y esto daba pauta para especular una serie de posibilidades, aludiendo que el cordón umbilical era la conexión cósmica de  la vida y que antes de que el feto abriera sus ojos, era a través de esta estructura, donde además de alimentarse, se podía establecer conexión con el exterior  a través de los ojos de la madre. Cosas de adolescentes que alimentaban también la imaginación fantástica y sobrenatural, que sería tierra fértil para los futuros escritores de ciencia ficción.

Mirar más allá de la conciencia, a través del ojo interno, se relaciona a lo místico y esotérico; en la espiritualidad de la nueva era, simboliza un estado de iluminación o la evocación de imágenes mentales que tendrían un significado psicológico y espiritual personal muy profundo.

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