En mi mundo, mi pequeño gran mundo, mi ser permanece siempre anhelante de bienestar físico, mental y espiritual, mucho depende de mí el establecer un estado de armonía en mi interior y con el entorno ¿Qué necesitaré para ser feliz? ¿Cuánto de esto o de aquello? ¿Cuánto del equilibrio generado por la armonía de quienes cohabitan, igual que yo, en esta nación a la que algunos califican como hostil, a la que otros, se han adaptado para no romper la estabilidad que han logrado adquirir a base de consentir lo que desarmoniza? Me niego a creer que todo está podrido en nuestro país, que todo apesta, que difícilmente podríamos subsistir, si no rompemos con los esquemas que idealizaron los que un día tuvieron el poder, para establecer los sistemas políticos, que seguramente, les habían funcionado a otros pobladores de la tierra. Es correcto que si algo no funciona en nuestra vida tenemos que optar por un cambio, pero no esperemos que ese cambio no vaya a tener fallas, debilidades o quebrantos, rumbo a su consolidación. Siempre he sido de la idea, de que el mejor cambio por el que debemos de optar, es el de nosotros mismos, el cambio que nos haga mejores personas, el cambio que nos identifique realmente como hermanos, y que nos haga convivir en armonía, con equidad y con justicia. Que siempre debe de haber un guía o un líder que tome la iniciativa, y que en forma democrática, nos invite a todos a seguirlo en una difícil cruzada en la búsqueda de soluciones compartidas, para logar las metas de bienestar postuladas, basándose en los derechos fundamentales del ser humano, es lo más cuerdo y loable, pero ¿quiénes podrán asimilar el esfuerzo que se pretende, sin renunciar a todo aquello que motivó la imperiosa necesidad de cambiar?
El llamado del líder es totalmente pacifista, solicita al pueblo perdonar los agravios y avanzar a la nueva era limpios de rencor, de venganzas, de odios; él sabe que se pierde tiempo, esfuerzo y dinero, en esos largos procesos, y entonces, no podrá consolidarse la cuarta transformación que pregona; y tiene razón, porque al parecer, tiempo es lo que menos tiene para cumplir lo prometido.
El bienestar propuesto por el Presidente López Obrador, abarca muchos aspectos de la vida humana, espero que contemple el hecho de establecer estrategias, que conlleven la salud de aquello que muchas personas aún se resisten a tomar en cuenta como parte integral del ser humano, y me refiero al espíritu; en qué momento y cuál será la estrategia que se empleará para concluir el duelo que afecta a muchos compatriotas por las pérdidas que sufrieron, porque el bienestar que buscan, seguramente va más allá de una indemnización económica, o el enjuiciamiento y sentencia de los culpables, necesitan sanar el alma, para descansar y continuar viviendo.
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 5:5-7)

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