La historia no es nada nueva.
Aproximadamente un año atrás recordaba en este espacio los días en que la industria maquiladora de Matamoros era amenazada por el entonces sumamente poderoso sindicato que operaba en esas plantas, circunstancias reflejadas en un trabajo periodístico de la época, allá en la década de los ochenta.
“Matando la gallina de los huevos de oro” se tituló esa investigación, que mereció un Premio Nacional de Periodismo.
El motivo de aquella remembranza era lo que sucedía hace poco tiempo en Victoria en la planta APTIV, que también estuvo a punto de cerrar sus puertas en la capital tamaulipeca, precisamente por conflictos laborales.
Pero hoy el protagonista es nuevamente Matamoros.
Esta frontera es un ícono de esas factorías en Tamaulipas. Sus plantas generan prácticamente 7 de cada 10 empleos en esas latitudes con derramas financieras que rebasan sólo en nóminas los 7 mil millones de pesos cada año. Y quizás quedan cortos estos números.
Costó mucho trabajo llegar a este escenario. Costó profesionalizar a la mano de obra hasta ubicarla entre las más eficientes en el plano mundial. Costó elevar a nivel de excelencia la calidad de la producción en las mismas. Costó muchos años convencer al capital extranjero de que el norte de Tamaulipas era su mejor opción. Y costó mucho también darle estabilidad laboral y alejarla del sometimiento sindical que protagonizaba el gremio manejado entonces por Agapito González Cavazos.
Y ahora, casi en un tronar de dedos, en menos de un mes, todo ese trabajo está a punto de irse al Diablo.
No entiendo cómo esa rama industrial pudo acercarse a un clima de catástrofe como el que está viviendo y que empieza a cobrar víctimas entre los propios trabajadores y desde luego, en la economía general de la región.
Las preguntas se suceden:
¿A quiénes les conviene que esta tragedia laboral y financiera explote en nuestro Estado?
¿Quiénes están moviendo a la masa trabajadora?
Sólo a la luz de intereses oscuros ubicados en las más altas esferas se puede entender que ni el gobierno del Estado ni el federal atiendan este conflicto con la celeridad que merece. Hasta ahora, la intervención de ambos órdenes públicos se ha limitado a líneas discursivas pero sin efectos materiales. Y para desesperación de los empresarios el cuerpo enfermo empieza a entrar en un proceso de agonía. Síntomas hasta ahora, pero señales al fin.
Caray, cierren un minuto los ojos e imaginen a Matamoros sin maquiladoras. Para quien conoce la zona, es como recrear una sucursal del infierno. ¿Qué van a hacer en las calles o en sus hogares esas decenas de miles de empleados despedidos?
Demonios, ¿Qué esperan para intervenir?
Y mire, tal vez se resuelva este conflicto. Es posible y deseable.
Pero lo que no se resolverá será la desconfianza renacida. Es igual que cuando se sufre un infarto que no resulta mortal; permite vivir pero deja una lesión permanente.
Así que la conclusión no admite maquillajes. El hecho de que no exista un pronunciamiento o acción específica oficiales al respecto, deja claro un escenario perverso reflejado en otro cuestionamiento:
¿De quién es la mano que mece la cuna?

EL FÁCIL CAOS
Qué sencillo es provocar un caos. Pequeño en ocasiones, pero siempre con consecuencias negativas.
En los días cercanos, otro rumor que se multiplicó en forma exponencial gracias a la mensajería digital, volvió a poner en vilo a los propietarios de vehículos en Victoria. Por tercera vez la capital sufrió el pánico por insuficiencia de gasolina, en donde queda claro algo preocupante: Todos le creen al que grita ¡desabasto! Y nadie le cree al que dice “es sólo un atraso de las pipas”.
¿Benditas redes?…

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