Somos una sociedad mal pagada en la que la mayoría no gana más que dos salarios mínimos mensuales. Las familias se unen no para cooperar en emprendimientos de los jóvenes, sino para sobrevivir. Ser una comunidad dedicada a sobrevivir es terreno propicio para malos ánimos. No puede generar iniciativas de progreso, menos de cooperación. El “cada uno para su santo” se apodera de muchos y no hay unión entre trabajadores-sindicatos-gobierno para exigir mejor salario, y se abre al crimen.
No parece absoluto que el neoliberalismo contagió de individualismo posesivo y que el afán de ganar obnubiló las mejores intenciones, eso está presente desde miles de años la magia del mercado aceleró el apoderamiento de mentes y almas. La codicia por la máxima e inmediata ganancia se advirte por estudiosos de los procesos empresariales y de inversión en México y en Latinoamérica. A partir de esas observaciones se recomendaba al Estado que actuara no como bombero, sino promotor de proyectos y empresas que abrieran cauce a inversión de economía mixta como la que evidentemente requerían y siguen necesitando, nuestros países. Poco se logró en este frente y con la apertura global las desoídas sugerencias, retoman actualidad, con desafíos que no se detectaron en toda su magnitud y ahora se desprecian. Lo máximo es el Estado controlador, no un estado de Derecho que aplique justicia y de certidumbre social y respeto.
La posibilidad de crisis por endeudamientos mayores para gobiernos y familias se incrementa y la crisis de oferta y proveedores es habitual. Los proveedores amenazan con paros y la economía mundial globalizada amenaza con retiro. Los globalizadores refieren redefiniciones de tiempos y distancias entre proveedores y consumidores; y hablan de nuevas estrategias. “Se recomienda al Estado actuar como promotor de proyectos y empresas” de una política industrial que asuma los impactos de una globalización que parece en retirada, y apuesten por visiones de dimensión nacional que tendrá peso, sin falso criterio de nacionalidad y soberanía, como sucede en materia petrolera y energética en México. Al amparo de “seguridad nacional”, se oculta atracos, fracasos, errores, falta de planeación y gasto sin control.
Los avances en la globalización no pueden desdeñarse. Lo que se debe hacer es reconocer y corregir errores; hacer bien lo que ayer sin proyecto incluyente hicimos para globalizarnos. Nacionalizar la globalización. Atender problemas que están fuera del foco de interés del Estado; propiciar entornos para el diálogo y la inversión, sin embargo, esto requiere un presidente que escuche no un ocurrente dictador que se ampara bajo la sombra de un ciudadano austero con familia multimillonaria.