“Y el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que corrija con mansedumbre a los que se oponen, por si acaso Dios les concede arrepentirse para que conozcan la verdad” (2 Tim 2:24-25).
Y después de meditar sobre mis errores, le pregunté al buen Maestro, y él me contestó lo siguiente: “Por qué me llamas bueno? ¿Nadie es bueno sino sólo Dios? ( Mc 10:18) ¿Entiendes lo que te digo?
El saberme imperfecto, me da la oportunidad de reflexionar, no sólo sobre lo bueno o lo malo de mis pensamientos, mis sentimientos o mis actos, sino sobre todo aquello que condiciona mis respuestas cuando enfrento los retos que se me presentan en la vida.
Señor quédate conmigo, ahí precisamente, en donde tu espíritu reina, quédate en mi corazón, para que sea de ahí donde se diluya cualquier sentimiento que convertido en palabra o en acción dañe a mi prójimo y dañe a mi espíritu; no permitas que al sentirme agredido con o sin razón, o por estar pasando por momentos de desesperación en mi desierto, salgan de mi boca palabras hirientes, por no estar de acuerdo con el sentir o la percepción que tiene mi hermano sobre un tema que ponga en duda la presencia de tus enseñanzas.
Si mis días y mis noches son iguales a los de cualquier mortal ¿Por qué entonces no debería tener defectos como los demás? ¿Podrías tú perdonar esto? ¿O será tanto tu orgullo, que no veas en ello la oportunidad para reconocerme como pecador arrepentido?
Si hablo de Cristo, no es para protegerme con su sombra, hablo porque Jesús está en mí, y busco desesperadamente estar en él, para poder vencer mis debilidades; él ha estado tan ceca de mí, que tan sólo sentir el roce de su divina mano sobre mi hombro, me regresa al momento de la resurrección, para vivir una nueva vida, de ahí surge mi fortaleza y la esperanza de experimentar una fe verdadera y no simulada.
Porque nadie es bueno, sino sólo Dios, yo lo busco porque él que es toda bondad y amor, perdona con el corazón, porque conoce mi corazón y éste le pertenece.
No seamos inclementes con aquellos que viviendo en la desesperanza, buscan afanosamente a Cristo en sus hermanos, para que éstos pongan una mano amorosa en su hombro y sientan la presencia divina del Salvador, y con ello su misericordia y perdón.
Señor, quédate con nosotros, perdónanos y obséquianos en tu amor, todo aquello que necesitamos de corazón, para que reine la armonía y la paz en nuestras familias, nuestro país y el mundo entero.
Bendice a nuestra familia y bendice todos nuestros Domingos Familiares.
enfoque_sbc@hotmail.com