Ahora entendemos que hay muchas cosas urgentes qué atender en nuestro país, pero parece ser que la prioridad de prioridades es la educación, pues sin un buen cimiento educativo, seguiremos padeciendo las consecuencias de un sistema que sólo trata de corregir los efectos y no las causas de nuestro errático comportamiento social.
Todos los personajes que han ostentado la Primera Magistratura del país, han tenido cosas buenas y cosas malas en su haber, han querido a su patria a su manera, y han tratado de atender, en su momento, lo que han considerado prioritario y lo que les pareció ser el punto de partida para transformar México; se le ha dado prioridad a la pobreza, con un sinnúmero de programas para abatirla, se le ha dado prioridad al empleo, al campo, a la capacitación y profesionalización, al turismo, a los derechos humanos, a la seguridad y también a la educación, pero, el enfoque en este último reglón, parece haber estado equivocado desde la óptica con la que lo han visto quienes diseñan los planes en este sector; porque una sociedad como la nuestra, necesita primero entender cuáles son las fortalezas y debilidades de su naturaleza humana, y conformar la estructura de su personalidad en valores y no sólo en los conocimientos nacionales y universales.
Una vez más, los recientes hechos lamentables suscitados por la explosión de una toma clandestina, que enlutaron hogares del poblado de Tlalhuelilpan en el estado de Hidalgo, pone en evidencia la magnitud del problema que existe en nuestro país, donde es evidente poner en práctica no sólo el combate a la corrupción y a la impunidad, sino atender el fondo del problema: la educación y fomento de valores; porque ser pobre no necesariamente se traduce en tener como opción el delinquir. Importante también es cuidar el discurso oficial que se le da a la población, porque se le dice que los bienes del pueblo le pertenecen al pueblo, entonces se puede interpretar que no hay delito en el hecho de tomar lo que es suyo.
Invitar a la población a que colabore en la solución de los problemas es válido, porque sin la participación de la comunidad, siempre se generarán más necesidades que soluciones efectivas; pero es necesario que el pueblo esté consciente de que se requiere de una participación que se ajuste al derecho y con ello al respeto de las leyes.

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