Ayer visité a mi madre y después de comer, al estar platicando de eventos cotidianos, ella hizo una pausa y me dijo:
_¿No te ha pasado que de pronto sientes el deseo de repasar lo que has hecho en tu vida?
Sin titubear le contesté que todo el tiempo lo hacía; y repuso:
_ ¿Cuál es la finalidad?
_Supongo que reflexionar sobre lo que hemos hecho bien y lo que pensamos hicimos mal.
Ella contestó:
_Quieres decir de lo que hemos hecho mal, porque si hay cosas buenas, también hay cosas malas.
_No, madre, yo pienso, que lo que se conoce como cosas malas, en realidad han sido oportunidades para valorar el hecho de que siempre podemos tomar mejores decisiones en la vida; por eso, esas experiencias son consideradas aprendizajes, lecciones que nos permiten reencontrar el camino correcto para ser buenas personas.
Después de éste dialogo, surgieron muchas anécdotas, que más que llevarnos a sentir tristeza, generó un momento familiar sumamente cálido y gratificante, mismo, que compartieron con nosotros mis hermanas Abigail y Aminta. Reímos tanto de lo que hicimos en nuestra niñez, que en forma simultánea inexplicablemente, los asistentes empezamos a llorar, pero nadie se atrevió a preguntar a qué se debía ese cambio inesperado de emociones; entonces, mi hermana Abigail sin pedirle explicación comento:
_Tengo tanto miedo de que esta gran familia, algún día pueda desintegrarse, y dirigiéndose a nuestra madre le pregunta:
_Mamá ¿Tú crees que engendraste malos hijos?
Mi madre se nos quedó viendo sin decir palabra, pero en su mirada se reflejó un dejo de tristeza, mas, su pensamiento era tan puro, que me pareció escucharlo, como otras tantas veces, como cuando ella lo había expresado verbalmente: “Una madre no engendra hijos buenos o hijos malos, sólo engendra hijos, después la vida va conformando el carácter de cada uno; los hijos cabezudos buscan afanosamente encontrar la puerta de la felicidad, por eso son más libres y no se les puede juzgar por su carácter aventurero; por el contario, los hijos más tranquilos o pasivos, buscan en su interior aquello que les explique las diferencias entre lo que les parece correcto y no; yo engendré hijos, y una madre no puede juzgarlos porque el amor por ellos no exige ese tipo de respuestas”.
Aminta secó discretamente sus lágrimas, Abigail lloró con más pasión, mi madre me observaba a mí, y yo no quería levantar la cabeza, porque por mi mente cruzaba una escena cuando niño, donde estaba frente a ella cuando la veía llorar, y me repetía una y mil veces: No te preocupes madre yo estoy aquí contigo y nunca te abandonaré. Así es que, cuando por fin pude verla a la cara, mis lágrimas quedaron suspendidas en mis párpados y simulando una sonrisa, no pude evitar que de mi mente escapara el pensamiento; entonces, ella con una maravillosa expresión de ternura en su bello rostro, sin decir palabra, me dijo lo que mi corazón tenía que escuchar: Lo se hijo, lo sé, nunca me abandonarás, siempre estarás conmigo.
Le deseo un FELIZ AÑO NUEVO a mi familia, a mis lectores de corazón que son familia y mis amigos que también lo son.
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