Hace un par de días me tocó por suerte, escuchar una discusión entre mis dos nietos mayores, Sebastián de 13 años y Emiliano de 11 años, el segundo le reclamaba al primero le entregara un objeto de su pertenencia y Sebastián, alegaba que ya no le pertenecía a Emiliano porque éste se lo había dado convenientemente como parte de una negociación que efectuaron, a lo que el más pequeño no reconocía al objeto como parte del trato, así es que la discusión empezó a subir de tono, pero me abstuve de intervenir por el momento, porque ambos estaban utilizando argumentos muy interesantes en su defensa.
Sebastián hablaba de derecho y Emiliano de justicia; el mayor soportaba su defensa en el cumplimiento de un trato, mientras el menor lo hacía desde el punto de vista del abuso de Sebastián, al haber manipulado a su favor lo convenido, porque había ciertas condiciones que no se estipularon con toda claridad, la discusión siguió su curso en un tono agresivo, Sebastián intentó intimidar a Emiliano hablando más enérgicamente y haciendo ademanes amenazantes; Emiliano retrocedió un poco, pero seguía utilizando argumentos válidos en su defensa, porque aseguraba que el objeto que realmente se había negociado ya no le interesaba a Sebastián, por lo que éste le reclamó la reposición por algo de mayor interés para su persona, a lo que Emiliano cedió, pero aclarando que era en calidad de préstamo y no de reposición, pero el mayor, como luego dicen, se quiso “cobrar a lo chino”.
Como no se ponían de acuerdo y ante la posibilidad de que pasaran al arreglo en otros términos, me ofrecí de mediador. Sebastián no aceptó porque aseguraba que a él le asistía el derecho de cobrarse con algo que le diera satisfacción y fuera equivalente a lo que él había cambiado con su hermano.
Emiliano insistía en que no se estaba haciendo justicia y que su hermano estaba abusando amparándose en su mayoría de edad y su fuerza, y aceptó la intermediación; cuando empecé a sentar las bases para la discusión, Sebastián se resistió y terminó por abandonar el lugar.
Me quedé hablando con Emiliano y platicamos de la importancia de respetar los acuerdos, pero también de defenderse para buscar se hiciera justicia, después le hablé de la importancia de evitar desacuerdos con su hermano, porque ningún objeto tenía mayor valor que el amor por la familia; la nobleza de Emiliano era evidente y estuvo de acuerdo con lo que decía, minutos después regresó Sebastian y me dijo que él estaba molesto, porque le daba la impresión de que los adultos siempre le concedíamos la razón a los más pequeños y que era necesario que se escuchara detenidamente a las dos partes para reconocer a quien le asistía el derecho.
Me sorprendió la forma tan inteligente de Sebastian para tratar el asunto y lo felicité por ello, más también le dije, que por tratarse esta situación de la posesión de objetos, cuyo valor no superaba al valor del amor por su hermano, y que en este caso, debido a su gran capacidad intelectual, debería ser flexible en su concepto de derecho, para hacerle justicia a su hermano. Se me quedo viendo desconcertado, después me abrazo y me dijo: Te quiero mucho abuelo.

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