La vida pasa frente a nosotros entre un estire y afloje, por un lado, los problemas en ocasiones nos estiran suavemente, otras veces al punto de reventar, cuando esto último ocurre, no tomamos en cuenta la posibilidad de contener la intensidad de nuestra reacción ante situaciones cuya solución no se encuentra a nuestro alcance; otras veces, pareciera que nos hemos acostumbrado tanto a vivir bajo intensa presión, tanto, que cuando baja la intensidad de las preocupaciones, empezamos a dudar de encontrarnos acorde al estado de alerta óptimo para enfrentar las agresiones que enfrentamos todos los días.
De algo podemos estar seguros, que nuestra salud mental cada vez se deteriora más, y poco se ha estado haciendo para evitar un próximo colapso social en ese rubro.
Basta para entender lo que expreso anteriormente, la evidencia de la generación de una actitud francamente a la defensiva que adoptan muchas personas, ante situaciones que anteriormente se sujetaban al respeto de normas sencillas de la buena convivencia social. Actualmente preciara que nadie está dispuesto a concientizarse de la necesidad de respetarnos unos a otros, de considerar que en nuestro diario actuar, pueden existir errores involuntarios, en cuanto a la toma de decisiones tan sencillas como el equivocarse al hacer una fila para efectuar un pago, el cambiar de carril sin precaución mientras se conduce, el dar el paso a otro vehículo cuyo conductor pacientemente espera que esto ocurra, el entender que un adulto mayor que acude a un centro de salud, podría requerir se le diera prioridad para ser atendido; el regresar un saludo o desearle a alguien que tenga un buen día.
En fin, detalles pequeños que están a nuestro alcance y podrían hacernos sentir mejores personas y hacerles sentir a las otras, que aún existe esperanza de rescatar a nuestro planeta de la indolencia, la deshumanización, la indiferencia y la misma generación de una violencia que parece que no tiene fin.
Hace unos días me tocó ver y escuchar una agresiva discusión que a mi sentir no tenía justificación, una persona manejaba lentamente su vehículo por en medio de una vialidad, impidiendo que los demás conductores pudieran desplazarse con mayor fluidez, cuando por fin se le pudo rebasar a la persona que iba deteniendo al tráfico, éste empezó a vociferar groseramente, propiciando que uno de los conductores se sintiera ofendido; un hecho que pudo pasar a mayores por una imprudencia, el conductor que iba lento decía que estaba en su derecho de manejar como a él le parecía; los conductores que querían rebasar alegaban que tenían derecho desplazarse con mayor fluidez pues llegarían tarde a su trabajo; alguien de los que escuchaba la discusión, le dijo al primero que estaba infringiendo una norma de vialidad en una ruta que se había habilitado como alterna por estar la ruta principal sujeta al programa de bacheo; afortunadamente no pasó a mayores el enfrentamiento, pero deja mucho que desear en cuanto al conocimiento del reglamento vial de nuestra ciudad.
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