Si bien es cierto, que sólo basta una palabra de Dios para salvarnos, muchos seguimos caminando por la vida como si no lo escucháramos, de ahí que, en esas etapas desérticas y aparentemente estériles de nuestro desarrollo espiritual, nuestra falta de fe, nos hace altamente vulnerables a sucumbir ante los espejismos que nos ofrece una vida plagada de trampas materialistas que nos invitan al consumismo desmedido, a placeres insanos, a la pérdida de valores positivos, que pretenden alejarnos del plan que Jesucristo tiene para todos nosotros.
Los hombres que aún tenemos fe, somos como los árboles que pierden sus hojas en otoño; habrá otros, cuya fe sea más firme, entonces las perderán en el invierno, pero en ambos casos, aún se tenga sólo un indicio de creencia en nuestro Señor, la fe regresará con mayor fuerza, con la esperanza de una vida nueva, en el momento en que nuestro tiempo, se vislumbren los primeros destellos del camino que nos conducen al Creador.
Mucho se especula de la situación que le espera a nuestro país en manos de lo que llaman, por un lado, el “Consejo de ancianos” y por otro, de los “corruptos arrepentidos” Yo les aseguro que aquél que haya sido ya tocado por la mano de Dios, a lo único que no podría renunciar, es a ser perdonado, para tener acceso a la vida eterna. Entre ellos, habrá quien haya renegado de la existencia de Dios, incluso, de los que se convirtieron en sanguinarios verdugos de su prójimo. Habrá llegado para muchos el momento de su arrepentimiento sincero y no engañoso, para reivindicarse a los ojos de Dios.
Si hay certidumbre en la palabra de los que están llamados a operar el inicio de un verdadero cambio, éste es su momento, de no serlo, igual serán condenados por incumplir las promesas y por alejarse de la voluntad divina.
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