Está visto que las estrategias que utilizan los candidatos para allegarse votos en los procesos electorales, cada vez son más agresivas e incentivan la división, no solamente entre los ciudadanos, sino que también, causan un daño colateral, al afectar la armonía y la unidad en las familias. Sin duda, no pasa inadvertido para las autoridades electorales el mencionado efecto, pero pareciera que lo consideran válido, mientras la sangre no llegue al río.
El estar escuchando o leyendo las constantes descalificaciones entre los candidatos y de las personas que están comprometidas políticamente con ellos en las campañas, o con los partidos políticos que los postulan, ha contagiado también al ciudadano común, que otrora mantenía sensatez y cordura ante este tipo de eventos, que no deja de ser generador de violencia física y psicológica.
Importante sería para la paz social, que veláramos porque estos procesos se significaran por ser una digna evidencia de nuestra democracia, porque hasta ahora, pareciera que todos los contendientes le dan mayor peso a las descalificaciones que a las propuestas viables para mejorar en un futuro las condiciones de nuestro país.
Los ciudadanos deberíamos valorar otros aspectos fundamentales de aquellos que pretenden administrar los bienes de la nación en beneficio de la comunidad. Si damos por hecho que ninguno de ellos tiene la capacidad o está calificado para dar los resultados que todos esperamos, la tendencia del voto sería determinada por el hecho de considerar, quién es el menos malo o el aparentemente menos malo, pero, el riesgo es mayúsculo, ya que todo ciudadano consciente debe de reconocer, que los problemas sociales, políticos y económicos de México, no tienen una solución mágica.
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