Apenas empieza y ya resulta insoportable.
Presenciar y escuchar a quienes presuntamente ahora sólo buscan el apoyo de los militantes de sus respectivos partidos, es una pesadilla desde que sale el sol hasta que su luz agoniza.
Me refiero a los aspirantes a ser candidatos a la Presidencia de la República, quienes inundan con su voz e imagen a radio y televisión. No son mensajes aislados; a uno sucede otro y así sucesivamente hasta el hartazgo, hasta convertirse en una especie de tortura. No sé a ciencia cierta que pecado estamos purgando.
Y en este escenario, coexisten dos dudas en mi magín, por las cuales no entiendo esta fase del proceso electoral. Va la primera:
No entiendo por qué se les tiene que dar dinero y tiempo en medios electrónicos a estos personajes que en teoría únicamente dirigen en estos momentos sus discursos y verborrea a quienes les darán o no su apoyo para ungirlos como candidatos formales.
¿Por qué entonces todos los mexicanos tenemos que atiborrar nuestros ojos y oídos con los sobados argumentos de Ricky, Pepe y Andy?
Deberían, si ese fuera el verdadero objetivo, dedicarse a reuniones específicas con sus bases y a celebrar asambleas con sus integrantes, para convencerlos de que son la mejor opción para representarlos. En cambio, recorren el país a cielo abierto lanzando arengas que hacen de sus actividades, como bien sostienen en las redes sociales, no una campaña de precandidatos sino una precampaña de los candidatos.
¿Por qué llamarla de esa manera?
Esa es la segunda duda.
¿Para qué demonios tienen que gastarse el dinero público a manos llenas si no hay más aspirantes que ellos dentro de sus establos?
Nadie les disputa esa posición. Es un destino manifiesto que Anaya, Meade y López Obrador serán los candidatos de las coaliciones que los registraron. No hay otros, son ellos y nada más. Es un juego de cinismo que al aceptarlo nos hace a todos cínicos también.
Resulta aberrante y hasta estúpido perder el tiempo en esta etapa sólo para cubrir un protocolo legal sin sentido, por la definición anticipada que ya tienen en su favor. Y Lo que es peor, dilapidando una fortuna que bien podría destinarse a mil obras sociales de todos tamaños y naturalezas, que sin duda agradeceríamos mucho más que escuchar las sandeces de Anaya, los sueños guajiros de Andrés Manuel o las promesas al aire de Meade.
Ojalá que cambiaran las reglas de este circo. Ojalá que en casos posteriores en los que también existan precandidatos únicos, sin rivales, se anule esta locura, se ahorren miles de millones de pesos a los contribuyentes y se “brinquen” directamente a la elección oficial.
Por lo pronto, hay que tragarse el coraje y hay que armarse de paciencia para seguir sacrificándonos escuchando y atestiguando –sin digerir– los vomitivos políticos que tan generosamente nos entregan quienes buscan ser seis años el nuevo inquilino de Los Pinos.
Y no es para espantarlo, pero lo que ha oído y visto es una minucia comparado con la campaña formal. Entonces, cuando llegue sabremos una vez más, como asienta una vieja frase coloquial, lo que es amar a Dios en tierra, pero de políticos…
UN BENEFICIO MÁS
El trabajo del ayuntamiento que encabeza Oscar Almaraz Smer en la pavimentación de docenas y docenas de calles en Victoria, lleva consigo un plus que pocos han advertido porque, como se suele decir, lo que se entierra no se ve y por lo tanto no se valora adecuadamente.
Me refiero a que en cada calle pavimentada también hay un trabajo de remozamiento y hasta de reemplazo de la red de drenaje y a agua potable, que en los hechos moderniza a esta capital en esa infraestructura.
Es callada, pero efectiva, la labor de la COMAPA victorense…
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