Apenas amanecía y mi reloj biológico me despertó después de haber tenido un sueño cargado de pesadillas, abrí los ojos y cuidadosamente me senté en el borde de la cama, con la intensión de que mi sistema circulatorio se adaptara al cambio de posiciones, y temeroso, busqué el suelo para apoyar mis pies al sentir su firmeza, me sentía agradecido con Dios y después de un par de minutos, me paré lentamente para dirigirme a la ventana de la habitación, pues quería asegurarme de que el sol había salido, y cuál fue mi sorpresa, que se encontraba en su sitio, tan esplendoroso y cálido como siempre; lo saludé con alegría, no sin antes darle gracias a Dios por no haber terminado con su creación y por haberme contemplado dentro de tantos hijos suyos, para seguir dándole continuidad a mi vida. Medité unos momentos sobre el por qué era tan afortunado, y después, con evidente ansiedad, me dirigí al lavabo porque quería saber si aún había agua, y de nuevo Dios me sorprendió cuando el refrescante líquido se escurría entre mis manos y mi cara, confundiéndose con mis lágrimas y de nuevo agradecí al Señor por la gracia concedida; entonces corrí a abrazar a mi familia.
La humanidad quiere dormir tranquila, y puedo asegurarles, que mientras duerme, no quiere tener tantas pesadillas, quiere dejar de soñar en la posibilidad de un conflicto bélico, dejar de soñar en la pobreza y la marginación, dejar de soñar en la falta de empleo, en la inseguridad, en la impunidad, en la corrupción, y en nuestro México, especialmente en estos momentos, dejar de tener la pesadilla de que puedan existir más cambios que atenten contra nuestra voluntad y libertad de esforzarnos para superar nuestra calidad de vida que puedan arrebatarnos el sueño y la esperanza para siempre.
Las circunstancias nos han vuelto sumamente desconfiados, poco crédito le damos ya a los planes de bienestar de los gobiernos, poco crédito a los organismos internacionales que buscan la paz y aseguran procurar acciones para que la salud global sea optima, poco crédito a la buena voluntad que ofrecen organismos religiosos y altruistas. Las circunstancias no sólo nos predisponen a tener pesadillas, ahora amenazan también con robarnos el sueño, sueño tan necesario para reparar nuestro crónico desgaste por exceder nuestra fuerza física y mental, por abusar de nuestra prudencia y de nuestra tolerancia.
Hoy la vida nos reclama hacer un profundo análisis de estas nocivas circunstancias, nos exige, hagamos consciencia de nuestros actos y observemos con justicia y sabiduría los actos de quienes únicamente viven para sí mismos, olvidándose de la responsabilidad de velar por el bien común.
En México, todos hemos quedado expuestos a una crisis tan profunda que nos condicione a perder la armonía y la paz, incluso, en la vida familiar, si bien es necesario el estar organizados para conducir las acciones para evitar mayores consecuencias, esas organizaciones deberán de ser reestructuradas para que definitivamente cumplan, con fiel apego a la legalidad, el compromiso de responder al pueblo que validó sus responsabilidades.
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