¿Qué sería de nosotros si no recibiéramos todos los días nuestra buena dotación de energía positiva proveniente de las personas que nos aman?, y es que la vida no resulta fácil para nadie, no por gusto, porque finalmente a nadie le gusta vivir con tantas presiones, pero, no podemos negar la fuerte influencia de un entorno donde se genera tanta energía negativa, y compite por ganar espacio en nuestro ánimo.

Doy gracias a Dios, por dejarme sentir que estoy en el corazón de mi familia, de mis amigos, de mis pacientes y de otras personas que, aunque no tenemos un contacto físico lo tenemos virtual, y donde sus buenos deseos, sus palabras llenas de vitalidad y de esperanza, mantienen a mi espíritu siempre feliz y sensible a todo lo bueno que procede de la creación de Dios Padre.

A pesar de lo maravilloso que resulta el saberse amado, siempre se corre el riesgo de sufrir cuando de pronto, aquella fuente de amor empieza a alejarse de nuestra vida, y aunque no fuera éste su deseo, porque cuando se ama verdaderamente no se puede olvidar, es indudable el efecto depresivo que le imprimen la distancia y el tiempo. Todo esto me hace pensar en el fuerte arraigo del egoísmo en nuestro ser, porque habemos personas que no nos conformamos sólo con el hecho de que nos hagan saber que nos estiman, nos quieren o nos aman, sino que de alguna manera estamos evidenciando nuestra dependencia emocional de tan amadas personas, a las cuales prácticamente les exigimos tiempo y presencia en nuestras vidas.

Si pudiéramos amar a nuestro prójimo sentiríamos que amamos a Dios, seguramente que en nuestro corazón no existiría esa sensación de duelo que nos llega cuando alguien al que tanto amamos ya no puede estar físicamente con nosotros.

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