Un día, caminando por la senda de la esperanza, me encontré a un hombre justo descansando bajo la sombra de la sabiduría; al pasar a su lado me saludó amablemente y me invitó a sentar junto a él y me dijo: En verdad, hace mucho calor y has de estar cansado, señal de que ya has caminado un buen trecho. Yo asentí con la cabeza mientras me secaba el sudor de la frente, entonces el hombre sacó de una bolsa, un recipiente que contenía agua, extendió su brazo y me lo ofreció, con la finalidad de que saciara mi sed; para mi sorpresa, el agua no solamente estaba fresca, parecía haber sido obtenida de algún lugar frío, y me bastó solo un trago para quedar satisfecho, le regresé el recipiente, lo guardó en la bolsa, dio un suspiro y dijo: Te he estado esperando para contarte un sueño, que para mí es ya una pesadilla, pues me resulta tan inquietante y angustioso, que hasta genera temor; resulta que en el sueño veo una cuerda tejida con lágrimas que está suspendida en el espacio, es tal su tensión, que pareciera que sufriera dolor, al grado de desprenderse de ella, las lágrimas que le dieron origen, entonces me veo correr hacia la parte más delgada de la cuerda, la que amenaza con romperse, volteo a la derecha, y ese extremo es jalado por la enfermedad, la angustia y la desesperación y mientras que del lado izquierdo, es jalada por la mentira, el engaño, y la simulación, en mi desesperación, pongo mis manos en cada uno de los extremos, con la intensión de evitar que se rompa, los de la derecha me piden que jale con ellos la cuerda y los de la izquierda, me piden que me retire. Sin comprender por qué me platicaba el sueño, le dije: Tú no sólo eres un hombre justo, en mi corazón sé que eres un hombre sabio; siento que al sostener ambos extremos tratas de mantener la armonía entre las dos fuerzas, para que prevalezca la paz en el espacio. Tú lo has dicho y lo has dicho bien, y es mi deseo que me ayudes a mantener la solidez de ambos extremos, pues se ha dicho que: “Si alguien acometiere contra el uno de los dos, ambos le resisten y rechazan. Una cuerda de tres dobleces difícilmente se rompe. Vale más un joven, aunque pobre, si es sabio, que un rey viejo y tonto, que no sabe dar providencia para en adelante.” (Eclesiastes 4:12-13).
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