“Ahora bien, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero; obras somos todos de tus manos”. (Is. 64:8)
¿Acaso los padres somos alfareros? Me preguntaba un amigo, pero en ese momento, no supe qué contestar, pues nuestro diálogo había iniciado con un tema muy alejado del comentario en cuestión; a qué te refieres le dije y él contestó: al hecho de que si con nuestra forma de pensar y de ser, vamos moldeando en la infancia la personalidad de nuestros hijos. Estás en lo cierto, le respondí, los padres somos un modelo de comportamiento en los hijos e influimos también en la formación del temperamento, la autoestima y las habilidades sociales de nuestros hijos.
Los niños siempre tratan de imitar el comportamiento de sus padres, lo mismo pueden aprender valores, actitudes y la forma de relacionarse con los demás, de ahí que, los padres debemos de tomar en cuenta que si deseamos influenciar positiva y equilibradamente la personalidad de nuestros hijos, debemos darles afecto, tenemos qué privilegiar la comunicación, el respeto y la disciplina, de esta manera, nuestros hijos podrán tener un desarrollo feliz y tener la capacidad de afrontar los retos que le depare la vida, al sentirse seguros de sí mismos. Más debemos de tener en cuenta, que el desarrollo de la personalidad es un proceso continuo y muy complejo que comienza en la infancia y a lo largo de toda su vida, por eso no debemos de bajar la guardia, y aún más, debemos de estar sujetos los padres a un proceso también de autoevaluación, porque nadie puede negar que existen múltiples factores que pueden hacernos desistir de influenciar positivamente en la vida de nuestros hijos, te hablo, pues, de que no debemos olvidar que nuestra personalidad también fue moldeada por nuestros padres en la edad en que somos más receptivos y si en nuestra personalidad no reconocemos lo que se podría clasificar como errores o factores negativos, seguramente le imprimiremos un efecto negativo a la personalidad de nuestros hijos.
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