Una angustiada paciente llegó a la consulta refiriendo un síntoma al que definió como “molestia indescriptible”; no sé, dijo, realmente qué me pasa, siento dolor en todo mi cuerpo, pero a la vez tengo dudas si podría ser esto, o tal vez una sensación de pesadez generalizada. Tengo momentos de confusión, aunados a desesperación; sensación de necesitar algo y no saber que es, en fin, usted es el médico, ahora dígame ¿qué me está pasando? Antes de que pudiera responder, agregó: Me hubiera gustado ser médico. Me detuve un momento para continuar hurgando en la semiología del padecimiento de la persona, y le pregunté: ¿Por qué le hubiera gustado ser médico? Ella respondió: Porque seguramente los médicos no se enferman tan seguido, y si se enferman, saben cómo aliviarse, cómo sanar, y cómo acortar el sufrimiento. Después de escuchar lo anterior, continué abordando las características clínicas del padecimiento de la paciente, hasta llegar a la presunción de un diagnóstico que involucraba aspectos emocionales y físicos. Cuando terminó la consulta, regresó a mi mente el comentario de la paciente sobre las ventajas de los médicos para mantener lo que en apariencia es un envidiable control sobre el proceso salud-enfermedad; recordando con ello, a muchos de nuestros compañeros, amigos y maestros, que como buenos apóstoles de la medicina han perdido la vida, o viven con un quebranto físico y mental, y que no por ello signifique el haber sido vencidos por el “enemigo”, sino que pone en evidencia nuestra vulnerabilidad ante los condicionantes de daño a la salud.

El medico pasante que se encontraba en ese momento, me observó con detenimiento y dijo: Bendita ignorancia la de la paciente; ¿no cree usted? No, no lo creo. ¿Por qué lo dice? me preguntó. Porque tú bien sabes que en ocasiones, los médicos somos aún más ignorantes, pues conociendo cómo evitar las enfermedades y las complicaciones de las mismas, no nos preocupamos por hacerlo y lo que aún es más triste, no hemos sabido cómo hacerle llegar a las personas el conocimiento suficiente para que puedan privilegiar el autocuidado a su salud. Será esta una batalla perdida para la sociedad, porque la sociedad misma genera las condiciones para caer abatidos por la enfermedad.

En adelante estimado amigo, como tal vez siempre lo ha sido, cada persona deberá de cuidar de sí misma, pues no habrá gobierno u organización que aplique la beneficencia por los motivos correctos, pues deberá privilegiar los intereses radicales que hagan prevalecer la ideología de un grupo que para nuestra desgracia están más enfermos que los que velamos por la salud pública y el bienestar de la sociedad.

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