No, no es tan difícil amar, no al menos para mí; en eso estaba pensando cuando me fui poco a poco despojando de las duras capas que cubrían mi esencial naturaleza, capas que se fueron sumando a mi estructura, la primera de ellas fue el miedo, más no tenía miedo a perder lo que poseía, puesto que en esa edad, lo único que tenía era la ropa que cubría mi desnudez, tal vez consideraba mío también el biberón; no, tenía un miedo terrible a perder el amor de mis padres; no podía concebir mi vida sin el amor de los dos, pero poco a poco me fui acostumbrando a sentir sólo el amor de mi madre, después de eso, me cubrió una gruesa capa de tristeza, y ésta se hizo acompañar de otra capa llamada soledad; de pronto me vi sentado al pie de un gran árbol, y mi curiosidad me llevó a ver que éste tenía también en su haber, varias capas en su cuerpo, la más externa era tan gruesa que parecía un escudo para protegerlo de las plagas, de las inclemencias del frío, más no de la ignorancia del hombre.

Al paso de los años se fueron adhiriendo a mi ser otras pequeñas capas, pero éstas parecían tener otra función diferente, una de ellas llamada ternura, era como un suave abrazo, tan cálido como los que me daba mi madre, ella me facilitaba el saber, que alguien como yo, también necesitaba que lo abrazaran y lo hicieran sentir tan amado como yo lo deseaba, por eso me di cuenta que no era diferente a los demás, que acaso algunos hermanos tenían más gruesa algunas capas que otras, pero al final de cuentas, todos anhelábamos lo mismo, por eso decidí amar a cuantos hermanos podía y eso me hacía feliz, aunque he de reconocer que seguí sintiendo el gran peso de las primeras capas que en mi niñez adquirí; hasta que llegó el día en que Dios me abrazó tan profundamente, que sentí cómo de mi espíritu empezó a surgir una gran fuerza, que si bien no me despojó de aquellas capas que no quería, sí me mostró que eran necesarias para que pudiese recorrer el camino que tenía destinado para mí.

Ahora sé que el miedo más grande que el hombre puede tener, es perder el amor de Dios, pero también sé, que el tesoro más grande que puede poseer, es el tener su amor.

Cuando fui pequeño, fui más grande de lo que pensé y ahora que soy grande siento que soy el más pequeño de todos los seres que nuestro Señor pudo crear en este paraíso.

Soy un ser humano nacido para formar parte de un plan divino, como seguramente muchos otros hermanos; cuando de niño, veía asombrado aquel pequeño arroyo de agua tan pura y cristalina donde un nutrido grupo de peces de color plateado se desplazaba a todo lo ancho y largo, me preguntaba ¿qué diferencia tendrá el pez que va siempre al frente, se ve exactamente igual que sus hermanos, ¿por qué lo siguen a todas partes los demás peces? Ahora lo sé.

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