¿De qué te escondes? ¿Por qué reniegas? ¿Acaso te ha ido mal en la vida? Ah, sí, se me olvidaba, aún no llega a ti la madurez, por eso te sigues comportando como niño, y mira que no todos los niños son berrinchudos, malhumorados, no todos exhiben esa irritabilidad que a ti te sale hasta por los poros de la piel. ¿Qué eres una víctima? Que muchas personas te maltrataron, que entre ellas estaban, incluso, algunos de tu familia, que eras pequeño y no te podías defender y que por eso ahora alguien tiene que pagar por esa sensación sombría de un abandono que, aunque no fue total, sí fue parcial, porque aunque estuvieras acompañado, no sentías estarlo, porque percibías no ser amado, no ser aceptado, por eso pasaste un buen tiempo divagando sobre lo que es el amor y sobre quién tiene la capacidad para darlo; buscaste en todos lados, te relacionaste con muchas personas, algunos era amables y sinceros, otros, escondían bajo esa sinceridad un propósito que no exhibían en una primera etapa, hasta estar seguros de que tu vulnerabilidad ya no contaba con ninguna barrera para que te resistieras a la voluntad de los que te ofrecían una supuesta ayuda incondicional, y al dejarlos entrar, se repetía la historia de abuso y maltrato. Tu carácter es ahora incomprensible, los que te conocieron antes, aún te tienen en estima y te consideran un persona noble, seguramente lo eres, pero te has blindado para evitar los embates de la malicia los que como tú, siguen manifestando que son y seguirán siendo víctimas y no estarán conformes hasta que la mayoría de las personas se sienta como tú y de esta manera poder sentirte cómodo en un ambiente de negatividad perpetua, porque piensas y crees que ya no se puede hacer nada por cambiar, se te olvidó que para poder evolucionar y generar energía positiva, tienes que cambiar primero tú, tienes que renunciar a ese sentimiento de minusvalía que te hace sentir inferior a los demás y te ha vuelto desdichado, tú aceptaste la etiqueta desde un principio, poco hiciste para resistirte y rechazarla, porque por un lado, te daba motivo para desquitarte de los demás, y por otro, para integrarte al grupo de los que, aunque no te aceptan, se reconocen entre sí, al profesar una tendencia a criticar todo aquello que pueda significar una oportunidad para hacer de éste, nuestro mundo, un espacio donde se privilegien los valores positivos y se rechace el perenne engaño de aquellos que ya le encontraron una ventaja el estar del otro lado, de aquél que tratará de apagar la luz hasta de los seres que recién llegan a iluminar nuestro planeta, de ahí que generen un ambiente de incertidumbre y desolación, que le haga olvidar a los hombres y mujeres de buena voluntad, que es más fácil llegar al inframundo, que al paraíso celestial.

Hoy, Jesucristo te ofrece una nueva oportunidad, una nueva vida, si no confías en el hombre, confía en Dios, el mismo que envió al Unigénito, dándole naturaleza humana, para que mostrara a nuestra raza, que el dolor puede ser grande y llevar a la muerte, pero no lo suficiente como para arrebatarte la oportunidad de la vida eterna.

Este es el momento de regresar, arrepentirse de todo mal, el que llegó de fuera, y el que se generó en nuestro interior por nuestra renuncia a estar cerca de Dios.

“Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: quién cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá; y todo aquél que vive y cree en mí no morirá para siempre: ¿crees tú esto? (Jn 11: 25-26).

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