“Y después del amor, su sonrisa angelical”; es esta una parte de la letra de una canción que cantaban los Hermanos Castro, ayer, cuando el romanticismo era un incentivo muy favorable para soñar en que muy seguramente al día siguiente se repetiría esa energizante sensación de bienestar, que por cierto, no resultaba ser muy cara, pues se le invertía un buen trato, sonrisas varias,  comentarios halagadores sobre la incomparable belleza del cuerpo humano, las miradas apasionas que invitaban al amor, armonía y paz en el entorno; bueno, así debería de ser el despertar de todo hombre o mujer enamorada, para sonreírle a la vida, pero, la realidad es otra, me decía con cierta resignación un buen amigo, y yo tratando de minimizar el impacto de su congoja le respondía: Vaya hombre, la situación no debe ser tan mala, no, decía él, en ocasiones suele ser peor. El por qué, quizá sea del conocimiento de todos, es, entre otras cosas, esa vertiginosa forma de vivir convertida en rutinas que todos los mexicanos llevamos y describimos como vida; ¿y por qué corremos tanto? Bueno, tenemos que aceptar que no nos han bastado cientos de años de experiencia para aprender, que no sólo se puede vivir de otra manera, sino que se tiene derecho a vivir con esa tan necesaria sensación de paz que todos anhelamos, pero ¿qué es lo que nos ha robado la calma y los deseos de tener una mejora continua de nuestra calidad de vida? Por una parte, es parte de cada uno de nosotros, sí, de los padres, de los abuelos, de los hijos, de los nietos, y esto por qué, bueno,  una de tantas teorías sobre el errático comportamiento humano nos explica que  desde etapas muy tempranas de nuestro desarrollo, nos acostumbran a ser dependientes de otras personas, que si bien en las primeras etapas de la vida son más que necesarias para dotar a nuestra especie de herramientas indispensables para sobrevivir, es importante  soltar al ser humano para que pueda descubrir sus capacidades, en base a experiencias propias, y desarrollar su potencial. Esto no quiere decir que la función de nuestros tutores sea desechada del todo, esta sólo requiere de entrar a una fase de observación y análisis para evaluar si se están llevando en forma adecuada los procesos de aprendizaje de los futuros elementos de la sociedad, de encontrar fallas o riesgos en el desarrollo, estos deberán de ser abordados por personal especializado, para no fomentar conductas de codependencia que inhabiliten a la persona para ejercer sus capacidades. Hay que recordar que muchas personas que se entronizan como modelos en la sociedad, ya sea por adquirir un título o una posición de mando sobre la ciudadanía, no garantiza el que las personas en desarrollo, tengan un buen desempeño familia y social para formar una estructura que dé estabilidad, equidad y justicia dentro de orden que garantiza la sana convivencia.

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