Hay horas antes y horas después, hay quien sonríe y quien llora, hay quien siente y hay quien finge, hay quien se siente motivado, y hay quien evoca diferencias cuando ve la oportunidad para de sacar sus frustraciones a flote; todo esto y más, pudiera considerarse normal entre nuestra especie, somos demasiado volubles e imperfectos.

En las horas antes, se pueden apreciar las evidencias de la conformidad y la inconformidad, del interés y del desinterés, entre lo profundo y la superficialidad, entre el compromiso real  y la simulación; de hecho, las señales entre un sí de corazón, y un no tajante y despótico, por más disimulo, se refleja en la comunicación no verbal, en una mirada perdida en el vacío, en un gesto de la cara, en una comisura labial a la derecha o a la izquierda, en los surcos de la frente, que lo mismo pueden denotar preocupación, así como molestia; o en la comunicación verbal, en un cambio de tono de voz, al gritar o al hacer pausas prolongadas.

De las horas después, pasada la tormenta, se establece la calma y la reflexión, se hace contabilidad de los daños y se establece un nuevo punto de partida, se desechan las especulaciones, se desestiman las injurias, se disipan las molestias, e inicia la cicatrización de las heridas, quedando la experiencia, para futuros discernimientos del antes y el después.

En las horas antes de mis intensiones de festejo, valoré con detenimiento los motivos, los deseos, y me encontré en un espacio de solaz esparcimiento, analizando mis rutinas, sopesando los aciertos y concientizando los errores; mas, no queriendo desestabilizar las horas de las otras entidades, la generación de los desencuentros y el cese temporal de su marcha cotidiana, concluí que lo mejor era guardar la calma, sentarme en una mecedora en el balcón, mirando con detalle el cielo gris, para ver si se abría una ventana para que se asomara a quien más quería ver, para preguntarle si lo que estaba sintiendo era real o sólo un sueño; mas llegó el viento fresco y meció mi pensamiento, y con él se reactivó el movimiento, y ponerme así, de pie, para darle la mano a quien en verdad quería festejar conmigo el tiempo ido, y el tiempo venidero.

Agradecido estoy de poder pensar todavía, de poder sentir el movimiento y el ánimo que mueve a este cuerpo, para darle una vuelta a la página del diario de mi vida.

Agradecido estoy con los que más que conocer mi nombre, conocen a la persona que lo lleva; agradecido con todos los amigos, compañeros, conocidos todos, hermanos en Cristo, por sus buenos deseos, por su tiempo, por sus horas de antes y las horas después, que vendrán hasta completar el ciclo de vida, de mi tiempo, del tiempo compartido. Saludos, salud y bendiciones para todos.

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