Entonces, esa noche, después de los simulados festejos de una independencia que aún no hemos consolidado del todo; el ánimo por satisfacer mis necesidades patriotas, me llevó a calmar la ansiedad cotidiana, cenando todo tipo de antojitos servidos para la ocasión, y así como se puede ahogar las supuestas penas y frustraciones bebiendo mucho, para mí el llenar la barriga con tantos alimentos condimentados generosamente, por consecuencia traerían a mi balanceada condición de salud de adulto mayor, un desequilibrio al romper la tregua; y por más que quise prolongar el desvelo para quemar calorías y poner en paz mi digestión, la suma de mis anteriores desvelos terminó por vencer la forzada vigilia y una vez en las profundidades del sueño, he aquí que como pesadilla me habló en la interface mi atribulada conciencia, he aquí ese diálogo teniendo como testigo a Morfeo:  Y ahora, me dijo mi conciencia ¿qué ves en el entorno?; con desanimo le contesté: Más que ver, siento ¿Y qué es lo que sientes?  Siento un aire enrarecido, muy contaminado por las malas vibraciones que emanan de tantas personas enojadas, un aire que otrora nos permitía vivir la libertad de poder respirar y se nos fue racionando, hasta el punto de la asfixia; siento que el calor del ambiente es hoy más intenso, no por el efecto de las radiaciones solares, sino por el roce de las palabras discordantes, que sale de la boca de aquellos, que pudiendo haber pasado de los dichos a los hechos, prefirieron arroparse con el manto injurioso y despectivo de las figuras públicas de autoridad dudosa, que más que velar por el bienestar integral de la comuna, prefirieron terminar por deteriorar el estado mental de la misma, que ya había sido derrotada anteriormente por la apatía y el conformismo, una sociedad que se acostumbró a ponerle precio a su dignidad por la renuncia a su voluntad, para hacerse cargo de las responsabilidades que les correspondían como ciudadanos, pensando que siempre era más fácil dejarse llevar por la corriente, que luchar por los derechos humanos ya reconocidos por la Constitución. Siento, cómo el agua refrescante de los manantiales naturales, se fue convirtiendo el lodo, y el lodo en arena, y como ésta, pareciera un látigo que golpea a nuestro cuerpo, cada vez que accedemos a una regadera, para recordarnos el valor de lo que no debería tener un costo, y ahora se suma a las múltiples deudas que tenemos que pagar, por la negligencia de aquellos que lograron engañar a la comunidad, promoviéndose como profetas. Siento el asecho vil de los depredadores carroñeros, que sólo piensan es sí mismos, que abusan de la autoridad que les concede un poder que se les otorgó, para servir al pueblo, y no para servirse del mismo, para cobrarse las afrentas del pasado, llevando a los rebaños al desierto de la incertidumbre, del hambre y de la muerte.

Siento eso y más, le dije a mi conciencia, pero quisiera ahora despertar de esta pesadilla, esperando que el primer rayo de luz que entre por mi ventana, traiga consigo la verdadera esperanza, para fortalecer la alianza que Dios ha hecho con su pueblo. Vivir quiero en paz, con la seguridad de que nada perturbará la armonía, que nadie pueda seguir quebrantando la solidaridad de un pueblo que tiene que dejar su actitud de niño, para asumir su responsabilidad de ciudadano, un pueblo que vea en cada uno de sus hijos a un hermano, no importa si se es pobre o se es rico, que al fin al mayor bien que deberíamos de aspirar es el de alcanzar la gloria en la eternidad que Dios nos tiene prometida.

La conciencia calló y desperté de aquella pesadilla, pero curiosamente en mi cara se dibujaba una paz inadvertida, y al llegar la luz a mis ojos, me levanté con la alegría de saber que muchos, como yo, igual ven en el amor la mejor medicina para curar todos los males que padecemos los humanos.

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