Entró sonriendo, y se renovó mi energía, aunque era temprano, en ocasiones, suele pasar que en la noche anterior no se duerme lo suficiente como para cargar las pilas completamente, por eso, yo agradecí ese noble gesto con una dosis igual de buena vibra. El paciente tomó asiento y aunque la silla no era del todo cómoda, no reparó en expresar alguna incomodidad. Acto seguido con agrado lo saludé verbalmente y le pregunté cuál era el motivo de su consulta; él, sin dejar de sonreí, me dio una disculpa anticipada minimizando con ello tal vez el origen de su visita; pero mi experiencia me decía, que detrás de aquella amable y caballerosa conducta, algo había escondido.

El empezó diciendo que era jubilado, de profesión maestro de literatura, que tenía en su haber varios libros, entre ellos de poesía y alguno de novela, más, a mí, su nombre no me era muy familiar, tal vez porque el alcance de su obra aún no era muy conocido; tal vez, porque le faltaba difusión y patrocinio, o quisa su trabajo era tan independiente como su esfuerzo; en fin, me preguntaba si aquella introducción tenía algo que ver con su padecimiento y como tenía pacientes en espera, sutilmente traté de  incentivar respuestas más asertivas; su edad, le pregunté viendo el formato de la historia clínica, setenta y nueve años, respondió el hombre, pero aún no llego a los ochenta; ¿acaso eso es importante, me preguntó; lo es, le respondí, si su probable padecimiento se relaciona con ese factor. Mire médico, trataré de ser breve y conciso, pero no abierto en mi discurso de entrevista, yo entiendo que usted busca síntomas o signos objetivos; pero yo, por el contrario, aunque pretenda lo mismo, prefiero utilizar un lenguaje propio a mi profesional naturaleza. Tiene toda la libertad para expresarse como mejor le convenga, le dije con sinceridad. Pues bien, agradezco su gentileza, ha de saber que soy casado de hace un buen número de años, siempre fiel a mis valores morales, de ahí que se pueda decir, que formo en comunión, una sólida unión con la mujer que respeto y amo, reconozco en ello igualdad sin discusión en derechos humanos , de ahí que la tolerancia y la paciencia han sido herramientas importantes en nuestra relación, en nuestras diferencias de opinión, nunca hay vencidos, ni vencedores, hay acuerdos, pactos, sugerencias y propuestas, más hay situaciones de orden natural, que requieren del sentido común y no de amplias definiciones conceptuales, ¿sí me entiende?. La verdad, entiendo la mayor parte de lo que me dice, pero sigo comprender, cuál es el motivo de su consulta, ¿podría ser un poco más claro en su exposición de motivos? Verá, le llevo a mi mujer un poco más de años en edad, no muchos en realidad, pero para el caso que me ocupa y preocupa, y por lo que busco ayuda médica es importante, es un tema delicado, pues no quiero faltarle al respeto a mi mujer con palabras vulgares para que ella entienda la situación actual de la fisiología de mi aparato genital; si me lo permite, le describiré a detalle la situación preocupante: Si yo soy un romántico, mi mujer me rebasa con facilidad, y aunque el romanticismo no tiene porqué mermar según la edad, yo soy más de la idea de que a estas alturas se le llame a las cosas por su nombre, digamos que el hombre, a pesar de su educación y cultura, sea esta refinada en el caso propio, llegado el momento y la edad tiene que ser práctico, incluso en las cosas del placer, y cuando llega el momento mágico de la fusión de los cuerpos, yo le explico que la potencia viril merma con la edad, de ahí que se debe de aprovechar la oportunidad de la fuerza del viento para mover la vela de la embarcación, de otra manera no se puede garantizar, ni la velocidad, ni el rumbo; por eso la mágica noche para los adultos mayores es semejante a la necesidad que tienen las mariposas nocturnas de la luz de las lámparas incandescentes que iluminan  el entorno; digamos  de otra manera , mientras ella  emocionada ve la luna entrecerrando sus ojos y edificando un fantástico escenario, yo me apresuro a ver el cometa fugaz que ocasionalmente atraviesa el firmamento, sé que sólo se le puede ver un instante, mientras que la luna, la eterna luna, ilumina la noche la mayor parte del año.

Entonces, tomé en mi mano diestra la pluma, y en una de mis recetas, le pedí a aquel hombre me diera su autógrafo; de lo demás, lo que él necesitaba, le aconsejé visitar a un especialista en relación de pareja, para que fuera arbitro y terapeuta, no de lo que pareciera una disfunción sexual, sino la apertura a un diálogo sobre el tema de la sexualidad.

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