“Tenga paciencia, Dios aún no terminó” (Filipenses 1:6). Sí, he de reconocerlo, confieso que tuve mucha paciencia, pero ¿acaso en la búsqueda de la salud integral no se requiere de ello? Sí, soy un médico anticuado que procura también buscar la sanación del alma, porque quien tiene el alma herida nunca podrá sanar el cuerpo. Sí, quien se impacientó mientras yo tenía paciencia, seguramente también necesitaba de alguien que lo escuchara, pero ¿qué acaso no hay heridas profundas que requieren de mayor atención para que cicatricen?  En ocasiones nos es difícil entender lo que la naturaleza nos pide, porque estamos acostumbrados a imitar lo que la sociedad hace para crearse un entorno de supuesta estabilidad; pensamos que entre más rápido concluya lo que nos hace esperar, nos sentiríamos mejor, pero la realidad es que, si no atendemos el origen de nuestro malestar, pagaremos con cronicidad nuestra falta de paciencia para llegar al fondo de lo que nos esta causando mal. Pero ¿a quién le interesaría sacar a flote aquello que tratamos de olvidar haciéndonos creer a nosotros mismos que no pasa nada? o que preferimos por comodidad, pensar que todo lo que nos ocurre es normal, tomando como principal causalidad nuestra edad, nuestro género, nuestro estatus socioeconómico.

Sí lo reconozco, fui paciente con el doliente que, angustiado, trataba desesperadamente sacudirse una sentencia subliminal que le llegó a través de otro facultativo, que en aras de cumplir con su ética profesional, sin desearlo, se olvidó que no estaba tratando con una enfermedad, sino con una persona; pero he de reconocer también, que en mi caso, no puedo disgregar los componentes de un cuerpo, que además de ser materia y mente, lleva implícito un sentir espiritual, que es el que mantiene viva la esperanza ante los desafortunados diagnósticos, que para la ciencia suelen ser catastróficos, y que aunque pudieran no conducir a una muerte prematura, si pueden condenar de por vida a los que pierden la esperanza de sanar o de creer en algo o en alguien que está por encima de nuestro conocimiento científico, de nuestras habilidades técnicas y diagnósticas.

Sí, en ocasiones, las instituciones suelen ser muy rígidas en aras de apegarse fielmente a la normatividad que busca cumplir con los indicadores de calidad, para satisfacer a los usuarios de la salud, pero no se debía de estandarizar los tiempos de espera, sobre todo, cuando por años no se ha llegado a conocer el verdadero origen de muchas patologías, y resulta ser más práctico dar un seguimiento “eficiente” recetando medicamentos o simulando que se atienden los factores predisponentes  o condicionantes de enfermedad.

“Poca observación y muchas teorías llevan al error. Mucha observación y pocas teorías llevan a la verdad” (Alexis Carrel (1873-1944) fue un médico, investigador y escritor francés galardonado con el premio Nobel de Medicina en 1912 y honrado con la Legión de Honor francesa. Carrel fue toda su vida un escéptico, aunque en 1902 presenció una curación milagrosa, del todo imposible, de una paciente suya que estaba agonizando, en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, lo que le llevó a abrazar la fe católica.

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