Entonces, se me escapó una palabra, y en el intento por recuperarla me distraje en algo sin importancia, y ya no me fue posible recuperarla, entonces, seguí con mi rutina, y suele pasar que cuando estoy en automático, en lo único que pienso es en el tiempo que se va y en el resultado que espero obtener de mis acciones, esto, después de haber pasado por el aprendizaje previo y la perenne repetición de las mismas.

Entonces pensé en mis amigos, así, como suelo pensar en ellos cuando me llega la nostalgia, cuando me hace falta escucharlos y que me escuchen, cuando me hace falta verlos reír por las ocurrencias, que no siendo de vital importancia, tanto al emisor como a transmisor, le inyectan energía para decirle al tiempo que, si algo no nos podrá quitar, son los gratos recuerdos.

Entonces, deseoso de encontrarme con algo que me hiciera sentir satisfecho, me dirigí a mi pequeño grande jardín, ahí, donde se puede notar el efecto de la grata compañía de las flores, de las que parecen calladas pero me dicen tanto, pero el tiempo también las sujetó a su voluntad y  las quiso poner acorde con lo gris del cielo, para que no desentonaran con el ánimo que quería imprimirle a los que aman la luz y aman la naturaleza.

Entonces, me encontré con una verdad indiscutible, que no importa si el cielo está gris, si los amigos se han marchado, si las flores de mi pequeño grande jardín ya no están conmigo todo el tiempo; me encontré con el hecho de que si bien es cierto que existe un principio y un fin, siempre tendremos oportunidad de agradecerle a Dios por haber disfrutado de tantas maravillas, de haber disfrutado de tantas buenas y alentadoras palabras que se quedaron, de tantos bellos recuerdos que crearon el mundo, en el tiempo donde siempre nos hubiese gustado estar.

Entonces, antes de cortar el árbol que parece haber sido vencido por el tiempo, abre bien los ojos, porque de sus ramas desnudas y aparentemente secas podrás observar que surge de nuevo la vida.

enfoque_sbc@hotmail.com