El poco o mucho sufrimiento que experimentamos lo seres humanos, nos lleva a la reflexión, en ocasiones nos preguntamos por qué nos pasa tal o cual cosa que nos hace sentir insatisfechos, por ello, tratamos de eludir nuestra responsabilidad y optamos por culpar a otros de lo que nos pasa; otras veces, aceptamos con resignación, que la mayor parte de la culpa reside en nuestra forma de ser y de actuar, pero aun así, conociendo nuestros errores e identificando nuestras debilidades, somos proclives a repetir la experiencia, porque requerimos de satisfactores para suprimir la ansiedad que nos causa el no poder desarrollar nuestro potencial como deseamos, y esto ocurre, porque al desconfiar de los otros, no trabajamos en equipo para hacer un frente común a los factores condicionantes de nuestro malestar, y pareciera que la mayoría de las personas están pasando por la misma crisis de valores y falta de fe.

Ayer por la noche, me acosté pensando en que debería de recuperar mi capacidad proactiva y con ello, buscar soluciones a lo que de pronto me parece que no las tuviera y se ha estado acumulando en mi círculo de preocupaciones; para ello, me resulta vital, separar lo que sí está dentro de mi competencia resolver, de aquello que por el alto grado de complejidad requiere la intervención de otro nivel de competencia; dejar pues, aquello que está involucrando mi sistema emocional y afecta sin necesidad mi mente, llenándola de  pesadumbre y letargo; yo sé que puedo, y porque puedo tengo el poder de elegir lo que quiero, pero mis anhelos de cambio, requieren primero el estar plenamente convencido de que, habiendo agotado todas las estrategias, necesito darle un enfoque diferente a mis propósitos, y tener la flexibilidad para convencer a los que como yo, buscan salir también del laberinto de inmovilidad, la autocomplacencia y la sumisión por conveniencia, de que existe más de una forma de tener éxito en cualquier empresa que emprendiéramos unidos; para empezar, tenemos muchas cosas en común, amamos a nuestra familia, amamos la tierra que habitamos, pero sobre todo, tenemos una gran fe que nos ha mantenido unidos a pesar de todas las tormentas, de todos los desastres naturales y de toda forma de exterminio emprendida por el hombre.

No se si dormido o despierto, me vi hincado ante Cristo Jesús y con sincero arrepentimiento dije: ¿Señor, hasta cuando te tendremos clavado en la cruz? tú ya venciste a la muerte y al pecado y nos has rescatado de la condenación; y al cerrar mis ojos, una cálida mano se posó sobre mi hombro derecho y suavemente contestó: Caminaremos juntos en la fe, para que todo aquél que cree en mí pueda vencer sus mezquindades y miedos.

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