Tiene un minuto para plasmar en una hoja el pensamiento que en estos precisos momentos se encuentra en su mente. El sólo hecho de saber que esta petición formaba parte de un test, me inhibió por unos segundos, e inmediatamente le di un repaso a mis prioridades para seleccionar aquella, que verdaderamente tuviera un significado sobresaliente, pero eso me llevó más de un minuto, y entonces recordé, que el tiempo que tardaba para responder era sin duda un indicador importante en los resultados de la prueba y me vi obligado a repasar rápidamente cuál era la pregunta, obviamente,  la respuesta fue: No tengo nada en mente; y en la siguiente pregunta, debería contestar, en mi caso, por qué en ese momento no tenía nada en concreto en mi pensamiento; eso me puso a pensar, que hay momentos en los que estamos en automático, realizando actividades rutinarias, que no requieren de la intervención de las áreas de cerebro que se necesitan para solucionar problemas complejos; pero también me preocupó un poco, el hecho de saber que estos lapsos existieran con frecuencia sin tener conciencia de ellos.

En fin, dejemos a un lado la filosofía y adentrémonos a nuestro tema real, abordándolo de una manera simplista; si hay momentos en los que no estamos pensando algo en concreto, y nuestra mente se encuentra  en blanco, seguramente esos lapsos podrían ser ocupados por otras ideas que, incluso, no pasan por el escrutinio de nuestro razonamiento, y quedar ahí en la memoria para enlazarse a la cadena del pensamiento, cuando aparecen otros elementos que plantean la idea, o los propósitos de otras personas, de tal manera que, gracias a eso, muchos de nosotros damos por hecho lo que otros exponen como verdad y apoyamos sin más sus propuestas.

Son estos tiempos muy propicios para dejarnos llevar por las especulaciones, por eso, es necesario ponernos a razonar el contenido de los mensajes que constantemente llaman nuestra atención, tomar decisiones a la ligera, muchas veces sale contraproducente, de ahí que, estimados lectores, los invitamos a emplear más la capacidad analítica, para poder opinar con mayor certeza sobre aquellos asuntos delicados que nos competen a todos los ciudadanos.

El tener el soporte de los argumentos, nos permite confiar un poco más en los emisores y no dejarnos llevar sólo por su apariencia, su investidura o su deslumbrante personalidad.

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