Siempre es grato sentir las manifestaciones de amor cuando se presenta algo qué celebrar, y habiendo festejado mi cumpleaños recientemente, una gran parte de los mensajes de felicitación, llevaba el deseo de pasarla lo mejor en compañía con mi familia, y si bien es cierto que mi familia es numerosa y más cuando sumo a ella a muchas amables personas que han compartido conmigo un tiempo de su valiosa existencia, me es difícil poderme reunir con ellas, de ahí que recordé y viví espiritualmente alguno de estos encuentros tan significativos en mi vida, por ello, aprovecho este amable conducto para agradecer profundamente todas las muestras de afecto que me hicieron por diversos conductos.

En esta ocasión, mi familia me sorprendió con un maravilloso evento, y sí, me la pasé muy feliz observando cómo mis hijos han ido madurando  conforme pasa el tiempo y que a pesar de tener algunas diferencias entre ellos, no son tan significativas, pues el nudo del lazo familiar está tan amorosamente apretado, que sólo Dios podría desatarlo, y como el Señor lo que desea es ver a las familias unidas y felices, bendijo la celebración,permitiéndome regresar un poco en el tiempo, cuando al ver jugar a los más pequeños de mis nietos, uno de ellos me invitara a incorporarme al juego, pero desistí, pues estaba flanqueado por mis dos nietos mayores, a los que su abuela les pidió se tomaran una fotografía conmigo, hecho que se vio interrumpido, porque Valentina, la segunda hija de mi hijo Cristian, que cuenta con 8 años de edad, me abrazara y me diera una cartita de felicitación, en ella expresaba lo feliz que era por tener un abuelo, la abracé y le pregunté ¿por qué un abuelo? La niña se me quedo mirando con los ojos llorosos, no habiendo necesidad de que me contestara, pues su otro abuelo ya había partido al reino de Dios, antes de que se marchara le dije: Sí, Valentina los abuelos son muy importantes en la vida de los nietos, tu abuelo Simón te cuida desde el cielo y yo lo hago aquí en la tierra, aunque a veces no nos veas a ninguno de los dos como quisieras; la emoción me ganó hasta las lágrimas, de alguna manera me recordó parte de las vivencias de mi niñez en el poblado de San Francisco, en Santiago Nuevo León, en compañía de los abuelos maternos y las vacaciones de diciembre que solíamos pasar con los abuelos paternos aquí en Cd. Victoria; disimuladamente limpie mis lágrimas, pero no lo fue tanto, porque Valentina me preguntó: ¿Abuelo, tu fuiste niño? No sólo fui niño, le contesté, sigo siendo niño en algunos aspectos. Sí dijo la niña, ya sé que creciste y te hiciste adulto, pero ¿extrañas ser niño? Le contesté que por una parte sí, porque igual que ellos disfruté mucho esa etapa de mi desarrollo, gozaba con los juegos y las aventuras que emprendíamos con nuestros amigos de la infancia, pero, sobre todo, disfrutaba del amor de una gran familia, donde cada uno de sus miembros le daba un significado especial a mi vida; como pasé más tiempo con los abuelos maternos, le comenté que mi abuelo Virgilio a quien admiré profundamente, eraun hombre sencillo, honesto, trabajador y amoroso a su manera; mi abuela Isabel, una mujer abnegada, fiel, alegre, muy comprometida con todo lo que emanara de su unión matrimonial y su familia, equitativa y justa, amorosa a más no poder. A mi tía Concepción a la que de cariño le decíamos Chonita, que nos amó a todos sus sobrinos como si fuéramos sus propios hijos, compartida, alegre, con un don especial para hacernos reír y compensarnos cuando nos lo merecíamos. Al inolvidable tío Arturo que ocultaba su gran bondad bajo una actitud de hombre rudo, como los personajes que interpretó cuando participó como doble en las películas de vaqueros que filmaban los cineastas norteamericanos en Durango. Mencioné también lo importante que fueron para mis primos, entre ellos mi bella prima María Esther, a la que siempre he admirado su valentía para enfrentar los problemas propios y de la familia, poseedora de una hermosa voz y que en muchas ocasiones la escuché interpretar canciones campiranas como las mejores intérpretes de su época. A mi noble primo hermano Gilberto con quien compartí tantas aventuras y fue mi confidente de mi primer enamoramiento infantil

Sí, Valentina, extraño ser niño, pero, sabes una cosa, por nada del mundo me hubiera perdido la oportunidad que Dios me dio de haber llegado a este momento, al que llamamos presente, y donde me ha tocado ser abuelo y donde he disfrutado de la compañía y el amor de todos ustedes, mis amados nietos.

enfoque_sbc@hotmail.com