De corazón a corazón les pregunto a mis estimados lectores: ¿Han experimentado en alguna ocasión un Diálogo del Alma? Sí, de esos que por su sinceridad exhiben en cada palabra una verdad incuestionable; me imagino que su respuesta es igualmente de sincera, por eso comprenderán la profundidad de sentimiento; he aquí un claro ejemplo de lo que digo:
¿Qué por qué te amo? ¿A qué viene esa pregunta? acaso lo dudas o en un desafortunado arranque de desesperación por no obtener lo que deseas, se te ocurre inquietar mi alma ¿Acaso es esa tu forma de mostrar el enojo contigo mismo? Porque la verdad, no veo que sea otro el motivo por el cuál liberas esa energía negativa, que descompone la expresión de tu hermosa cara y le da una extraña y exagerada configuración a tu cuerpo angelical, que te transforma con el tiempo, en lo que nunca has sido, que te lastima, como lastima a los que tanto te amamos y nunca esperamos recibir ese castigo.
¿Qué por qué te amo? Te lo voy a repetir de nuevo, pero abre tu corazón, para que no sean sólo tus oídos en recelo, los que se niegan a escuchar la verdad y la razón: Te amo, porque eres el anhelo que me quitaba el sueño y prolongaba mis noches de desvelo, porque eres la respuesta a mis plegarias, la continuidad de mi existencia y la promesa cumplida por Dios, cuando compensaba mi tristeza por sentirme inexplicablemente abandonado. Te amo sí, aunque tú no lo quisieras, deseando mejor sentirte desdichado y heredero de un igual infortunio, como el que me mantuvo a mí por tanto tiempo, de Dios tan alejado.
¿Qué por qué te amo? Porque ese sentimiento desgastante y vano que tanto te mortifica en el presente y amenaza con arrebatarte el futuro, no merece estar tan arraigado en tu alma divina y pura, que nació de la dulzura del amor que ofreció su vida para hacer de su vientre la bendita cuna que te meciera durante tu gentil estancia.
¿Qué de quien es la culpa? Tuya no lo es, algunos le llaman destino, que suele surgir cuando la mezquindad y el egoísmo se juntan para tratar de evitar que la grandiosidad que hay en ti pueda florecer.
¿Qué por qué te amo? Porque eres tan mío, y de mi corazón una parte fundamental, que da a mi existencia la esperanza de llegar algún día a completar la transformación espiritual, que me haga merecedor de estar con el Padre celestial, para amar como tú lo desearías.
Dedicado a mi nieto Sebastián
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