Nadie podrá negar que las abuelas son amorosas, al menos las mías lo fueron. Mi abuela materna, además de apapacharme cuando se lo permitía el arduo trabajo, por las tardes me pedía que la acompañara a sentarme a su lado, en un espacio de su casa al que llamaba el portal, imagino que era un lugar especial, porque lo tenía cercado con tela de alambre para proteger a sus más preciadas plantas del embate de las gallinas que solían escapar del gallinero; recuerdo que algunas plantas colgaban de la estructura de madrera y otras, las soportaba en estructuras metálicas propicias a ese fin. Sentados en uno de los 2 escalones del portal, mientras ella cepillaba su largo y hermoso cabello entrecano, yo le daba un suave masaje en sus fatigados pies, de pronto, detenía el procedimiento y me decía: Aquél que obra bien en la vida, siempre le irá bien; el que da amor, recibe amor; el que cuida a sus semejantes, será igualmente tratado con el mismo esmero; mira mis plantas lo hermosas que están, es porque todos los días veo por ellas, que no les falte el agua, o en su caso, remover la tierra, les hablo algunas veces y otras les canto, y ellas agradecidas me dan sus flores y me regalan su aroma, embellecen este portal, ellas me tienen mucha confianza porque saben que mientras viva no las abandonaré, dependen de mí y yo dependo de ellas para alegrarme el día. Maravillado escuchaba aquel sabio relato y guardé cada una de sus palabras como el más grande tesoro; y más, llamaba sobremanera mi atención la palabra confianza, misma que en el transcurso de mi vida tendría una trascendencia primordial, por ello, siempre procuré ganarme la confianza de mis padres, de mis hermanos, de mis abuelos y de más familiares, de mis amigos, de mis maestros y compañeros de escuela, de mi esposa y de mis hijos, de mis pacientes y compañeros de trabajo, de todas aquellas personas que se han acercado a mí, las que han escuchado mis palabras y las que han leído lo que escribo. Confiar en las personas ha sido para mí fundamental para poder crecer en el seno de una familia unida, para poder desarrollarme en una sociedad que vive siempre esperanzada de la buena fe de aquellos a los que se les ha dado la confianza para velar por los intereses comunes que nos permitan llegar a ser una nación fuerte, soberana en armonía y en paz.
Aquellos que nunca supieron lo que significa la confianza, seguramente no tuvieron la oportunidad de recibir el amor de los que moralmente también tuvieron como primera misión la de formar seres humanos con un alto sentimiento de pertenencia a una patria que hoy sigue adoleciendo de personas dignas, honorables y confiables, para hacerse responsables de la buena administración y del desarrollo integral del país.
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