Y estando próxima la llegada del amanecer, mientras mi cuerpo cansado dormía, mi mente luminosa y activa aún soñaba, y llegado el viento de lo inesperado, aquel que suele sacudir tan fuerte como sea necesario el añoso árbol de los recuerdos, logró, por su insistencia, desprender algunas de sus hojas más preciadas, y mientras la primera de ellas caía lentamente, en aquel vaivén esparcía en el espacio, que suelen reclamar para sí, las vivencias del pasado, y por ello me vi de semblante joven levantando en brazos a una de mis hermosas hijas, a la que trataba de contentar de un coraje inusitado, de un reclamo que para ella fue legal y justo, más, mis palabras parecían vanas, pues su disgusto era tanto, que en ocasiones desmorecía su semblante albo, y pudo más mi mirada cálida, para acabar con la fría expresión inexplicable, pues la puse a la altura de mis ojos de amor de padre, y mi alma, otrora callada, le infundió la seguridad que su alma esperaba, y la magia entre los dos, ejerció su influencia para crear entre los dos el mundo que para ella deseaba, y perdidos en el embeleso de aquel cielo claro, ella , me dio en pago un amoroso abrazo, un beso tierno en la mejilla, y de sus labios alcancé a escuchar: Papá, quédate conmigo no te vayas. Y sorprendido le pregunté: Irme, ¿A dónde? Y por respuesta obtuve un prolongado abrazo de mi niña. Al momento quise despertar, pero ya venía cayendo otra de las hojas, y en sueños sentí que una pequeña mano jalaba de mi pantalón por la pierna, al voltear me topé con la mirada de unos grandes ojos que aparentaban seguridad, y de su cara adornada por una enorme sonrisa, retirábase los largos cabellos negros ensortijados y me decía: Mira padre ya puedo caminar sola, me he caído lo sabes, pero mi voluntad es férrea y me seguiré levantando cuantas veces sea necesario; le sonreí y la tomé en mis brazos, y se recargó sobre mi hombro y mi alma se sintió complacida. Y la tercera hoja, se detuvo en el aire, y la pude atrapar con mi mano, eres pequeño, pero serás grande de espíritu y a su tiempo te llegará la sabiduría, no pierdas tu tiempo en cosas vanas, toma mi mano y sube conmigo al árbol de la vida, te abrazaré igual, con el mismo amor que a mí se me ha dado, no me iré de tu lado, siempre estaré contigo.

Con la entrada del primer rayo de sol por la ventana desperté, y mi esposa que ya había despertado, me pidió me pusiera de pie para darme un abrazo, un poco contrariado le pregunte: Y eso por qué? Porque hoy es día del padre. Entonces, recordé mi sueño y comprendí, todo lo que me había pasado.

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