En aquel breve espacio, el tiempo transcurría cual corriente de agua río abajo, si acaso se podía topar con algún obstáculo en el camino, se dividía en dos, para volver a ser uno, y perderse en el horizonte; yo la veía trajinar, atareada como siempre, en la cocina; yo la escuchaba hablar de aquellas cosas que ella consideraba de importancia, mientras yo, más que todo, la observaba a detalle y me preguntaba: ¿ A dónde irán sus palabras, a dónde la energía que emite su cuerpo en forma de calor, motivo de sus esfuerzos? Y ella seguía ahí, parada, moviendo su brazo derecho, meneando el sartén de su preferencia, tomando un trapo con la izquierda, para recoger lo que se derramaba, reflejando una actitud serena, como si su tiempo no le importara, como si mi presencia sólo fuera eso, una entidad viva, presta a responder a cualquiera de sus requerimientos; de hecho, se podía descifrar lo que pasaba en esos momentos por su mente, y sí, adivinó, eran más actividades domésticas pendientes por hacer, y yo  parado como  si hubiese sido sembrado a la mitad de la cocina, a decir verdad, nada de eso me molesta, pero me preocupa el hecho que nuestros relojes no se detuvieran sólo por el hecho de que hiciéramos una pequeña pausa para descansar; entonces me preguntaba: ¿Cómo le hará para no pensar en lo que yo pienso? Pero, ¿qué estoy pensando?, está claro que somos diferentes y por ende, nuestro pensamiento prioriza de manera diferente. Yo le pudiera decir si me escuchara: Te acuerdas, ayer, cuando la prioridad más sobresaliente de los dos era poder vernos, mirarnos a los ojos, decirnos tantas cosas sin hablar, escuchando el fuerte latido de nuestro corazón, acrecentando la idea de que algún día pudiéramos estar juntos para siempre, para no abandonarnos en esos quehaceres propios de los que quieren hacer las cosas de la manera establecida. Espero no sepa leer la mente, porque si lo hiciera estaría perdido, porque para ella, la vida son como las matemáticas, mientras que para mí tiene otro significado, sí, el que tiene quéver más con las cosas de los sentimientos, de las emociones, del romanticismo, en sí, de todo lo que se relaciona con el amor y si a  algo hemos venido a este mundo, es a amarnos y no a mortificarnos por cada detalle que resulta no ser perfecto.

En aquel breve espacio de tiempo, mi tiempo transcurría con la sensación de querer detenerlo, para ir al ritmo en el que transcurría su tiempo, deseando no ser tan sensitivo, tan emotivo, tan dramático, tan apasionado, para no ser yo.

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