Un buen amigo me decía hace unos años, que levantarse con el pie derecho era algo así como levantarse con suerte a favor, de tal manera, que esa sensación de que se va a tener un buen día, se mantendrá sólidamente en nuestra mente, no permitiendo que otros pensamientos empujen nuestro franco deseo de pasarla bien. Como notó que no hice ningún comentario, me preguntó qué pensaba sobre eso, le respondí, que si alguna vez había experimentado lo que es la buena suerte y estaba convencido que ésta existía, no tenía nada qué cuestionarle, porque él estaba en su derecho de creer en ello, más yo tenía un concepto diferente; él me invitó a exponer mi opinión, entonces le dije: Para mí no existe ni la buena, ni la mala suerte, creo que todo depende del enfoque que le demos al hecho de sentirnos bien con nosotros mismos. No entiendo, me dijo, creo que es más simple aceptar  la suerte como una realidad, si te va bien, pues, te sientes bien y si te va mal, te sentirás desafortunado. Si tú analizas tu respuesta, le dije, encontrarás una evidencia de que a pesar de haberte levantado con el pie derecho, como dices, aceptas que todo se puede complicar, y entonces, lo que parecía un buen día, resulta ser un día desastroso; esto se debe precisamente a la predisposición de tu estado  anímico de no lograr que tu día sea exitoso, en cambio, sí despiertas en la mañana y tienes conciencia de que esa es la primera bendición que recibes y agradeces a Dios el estar dentro de sus complacencias, tú día, querido amigo, igualmente será bendecido. ¿Quieres decir que si Dios quisiera, yo no despertaría una mañana? me dijo. En realidad no, Dios quiere que todos nuestros días sean días felices,  y pone frente a nuestros ojos una realidad maravillosa como lo es el estar vivo, y si estamos vivos y tenemos plena conciencia de todo lo bueno que encontraremos durante el día estaríamos más que convencidos de que somos afortunados.

No dejes a la suerte lo que debes de decidir tú para obtener lo mejor de la vida, cree en ti y ten la seguridad de que tienes un Padre que vela por tu bienestar y el de tu familia; quien se levanta en la mañana agradeciendo al Señor el haber despertado, siempre tendrá asegurada una oportunidad más para ser feliz.

Si se te hizo tarde para ir al trabajo, no maldigas; si tu auto se averió mientras conducías, no reproches; si el trabajo te abruma por sentirlo pesado, no reniegues; Dios así lo quiere, y con ello, seguramente te ha evitado un desagradable desencuentro con lo que llamas suerte.

Jesucristo está aquí y está vivo.

 

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